No hay recesión (al menos por ahora)

[Antes que nada quiero aclarar que mi visión sobre la recesión puede estar sesgada por el simple hecho de considerar que lo que pasa donde estoy se extrapola al resto del país.]

El viernes 8 de julio por la noche, me subí a un avión junto a mi familia para hacer el tan ansiado viaje de vacaciones que la pandemia me obligó a suspender por dos años de manera consecutiva. El destino final fue Orlando, Florida. Luego pasamos por Fort Lauderdale para emprender, más tarde, el regreso a Buenos Aires. El itinerario incluía parques temáticos de Disney para descansar, luego, en la playa.

Me fui con una idea de que encontraría un país cuya economía comenzaba a flaquear por los rezagos de la pandemia, el fin del festival del gasto público, la inflación creciente y una política monetaria que incluía ajustes de tasas de interés de la Reserva Federal como nunca antes se vio en los últimos 25 años.

El mercado bajista de la Bolsa, conjuntamente con indicadores económicos de actividad manufacturera y confianza del consumidor, armaban el cocktail de mi prejuicio sobre la principal economía del mundo.

A priori, debo confesar que me equivoqué (nuevamente aclaro que es en base de la evidencia empírica que resulta de mi experiencia personal).

¿En qué me baso para señalar lo anterior? Al menos hay tres factores que identifiqué en el camino.

Factor #1 – El consumo no se detiene (ayudado por la inflación…)

Sea porque los turistas volvieron a pleno a Estados Unidos o porque los propios estadounidenses todavía tienen un exceso de ahorro (o crédito disponible), el poder del consumo en la principal economía del mundo no se detiene.

Los parques temáticos abarrotados de gente como nunca se vio y las tiendas en esos lugares con colas no antes experimentadas, al menos en nuestras visitas anteriores (guiño favorable para la acción de Disney (DIS) que viene castigada y vale la pena considerar).

Además, ir a cenar a los “lugares de moda” requería de una reserva previa de 24 horas. En caso contrario, había que conformarse con las cadenas de comida rápida que siempre tenían disponibilidad.

Todo esto, claro está, motivado por una inflación creciente hace que los excedentes de dinero se gasten más rápido que de costumbre y que obligan a muchos comercios a reconvertirse, yendo “cashless” por el desprecio a las monedas de menor denominación o, incluso, mostrando explícitamente la problemática de los precios crecientes como señala el cartel a continuación.

Factor #2 – No hay locales vacantes

Si teníamos dudas sobre la capacidad de recuperación de los malls y tiendas físicas luego de la pandemia, déjenme decirles dos cosas:

a. En Estados Unidos parece que la pandemia nunca ocurrió (en términos económicos sin desconocer el daño social y de otra índole), con los shopping center repletos de gente comprando las ofertas a más no poder;

b. En los malls donde estuvimos, no había ningún local sin ocupar. Es más, en rincones donde nada parecía entrar había obras para abrir más tiendas.

Si comparo contra 2019, última vez que visitamos el país, claramente en este 2022 había más movimiento y consumo.

Factor #3 – Los empleadores no pueden contratar el personal que buscan

La tasa de desempleo del 3,6% es real en este país. Y la problemática para llenar las posiciones abiertas también lo es.

No quiero exagerar, pero en 1 de cada 3 locales que veía en los malls, se presentaban carteles como los siguientes:

Desde ya que si hay mucha demanda laboral que queda sin ocuparse debe ser porque o la paga no es muy buena para la inflación creciente o porque el costo de oportunidad del ocio más los beneficios de los paychecks no hacen demasiado atractivo ese empleo.

Todo puede ser válido, pero de lo que estoy seguro es que quienes demandan esos trabajadores no están pensando que atraviesan una situación de recesión o que la misma vendrá en los próximos meses.

Más allá de estas especulaciones, el mercado de acciones nos anticipa algo con la fuerte baja que está evidenciando. Puede que el consumo sea el último eslabón en desacelerarse cuando empiece el efecto del encarecimiento del crédito y el fin del exceso de ahorro experimentado en la pandemia.

También, como mencioné anteriormente, mi visión esté sesgada por una experiencia donde el turismo tiene una pujana importante, sea internacional o doméstico.

O, finalmente, que estemos en presencia de un exceso de consumo por percepción de una ola inflacionaria mayor que licúe la capacidad de compra de ese dinero en el futuro.

Más allá de lo anterior, hay una evidencia que será irrefutable: la temporada alta de balances corporativos nos dirán mucho acerca de cómo la inflación y las expectativas de desaceleración están impactando en todos los negocios corporativos.

Los próximos días serán intensos en este sentido y nos darán pistas. Mientras tanto, con la información que cuento digo que la recesión no llegó, al menos por ahora.

Aprendiendo en los mercados,
Diego Martínez Burzaco

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¿Y si esta vez NO es distinto?

¿Cuántas veces hemos escuchado la frase “esta vez es distinto”? Seguramente ha pasado por nuestros oídos infinidad de veces, sin importar el contexto.

Para los que trabajamos en inversiones, el concepto de “esta vez será diferente” lo venimos escuchando con mucha frecuencia. Y básicamente surge en relación a un nuevo cambio de paradigma respecto el ciclo alcista de los commodities y su influencia sobre el ciclo económico y de los mercados.

A priori, cuando nos remitimos a la historia, por el momento hay signos coincidentes entre lo ocurrido en el pasado y lo que está aconteciendo en este momento, independientemente de las causas que están impulsando los eventos.

A pesar de que muchos analistas de mercado aseguran que esta vez es distinto por el hecho que tenemos efectos colaterales por una pandemia, sumado a un reciente (e inesperado) conflicto bélico, yo tengo una postura más bien contrario a esos argumentos: en mi visión, estamos ante una típica correlación de un ciclo económico natural, que va a derivar en un estancamiento económico con consecuencias para el portafolio.

El gráfico que mejor retrata lo que me parece que está ocurriendo es el que les muestro a continuación:

En mi visión particular, creo que estamos atravesando la Fase 6 del ciclo económico y de los mercados. Ya hemos vivido un bull market de los bonos y de las acciones a nivel general, y ahora es el momento de los commodities. ¿Cuándo? En un contexto en donde la actividad económica global se está desacelerando y el concepto de estanflación se hace cada vez más presente.

En este preciso momento, los bancos centrales están ajustando su política monetaria para encarrilar las expectativas inflacionarias. La suba de tasas de interés que transitaremos este año, no solo por parte de la FED sino el resto de sus colegas globales (como el banco Central de Inglaterra y el Europeo), hará que la economía se enfríe, entrando una una etapa que puede coquetear con la recesión.

Una vez que arribemos a ese punto, la inflación debería comenzar a ceder, parte porque los efectos transitorios de suba de precios por Covid-19 deberían desvanecerse y otro tanto porque la demanda se resentirá con un costo del dinero más alto. Así, los bonos volverán a hacer una alternativa de inversión relativamente atractiva, sobre todo los de corto plazo.

El seguimiento natural a esto es que los bancos centrales dejen de ajustar su política monetaria y comiencen una reversión del ciclo, dando lugar a un comienzo de atracción de las acciones en las carteras de inversión de los inversores promedio. Las ganancias corporativas deberían tener un punto de inflexión en términos de desaceleración y los negocios deberían fluir.

Así la Fase 2 y 3 estarán en plena vigencia, iniciando nuevamente un proceso de optimismo con el mercado a nivel general. El gran dilema es cuándo esto ocurrirá y cuál será la magnitud de la velocidad de estos cambios. Es ahí donde yo creo que hay un proceso diferencial con la historia: los actores econçomicos más relevantes han aprendido la lección y su capacidad de actuar más rápidamente es sumamente relevante y evidente.

Las oportunidades, con suma selectividad, irán aflorando a lo largo del camino. Ahí es dónde tiene que estar la atención del inversor y los recursos. El foco es lo más importante en este momento.

De todos esto y más hablaremos en nuestro encuentro mensual para suscriptores de Portafolio Sin Fronteras. Es el jueves 21 de abril a las 22hs. Hay solo 10 vacantes disponibles para los que quieran registrarse haciendo clic acá.

Guerra y estanflación: ¿dos males necesarios?

Muchas eran las voces que planteaban que el mundo iba a tener un nuevo orden a la salida de la pandemia. Y en esta línea, la guerra y la estanflación parecen ser parte de este proceso. En este artículo voy a intentar dar una visión económica y de mercado acerca de por qué el enfrentamiento bélico puede ser un elemento que lleve a un equilibrio inestable global, al menos para los próximos meses.

Antes de avanzar con el análisis económico-financiero, hay que dejar bien claro un punto: la guerra es un evento atroz, inhumano y no hay argumento razonable que justifique su ejecución. Dicho esto, el actual panorama tiene una serie de efectos económicos y financieros que vale la pena remarcar.

En primer lugar, la guerra está generando un estrés financiero que no se veía desde marzo de 2020, cuando la pandemia irrumpió en el mundo. El costo de los préstamos interbancarios entre las entidades financieras europeas se duplicó en apenas unas semanas. Si bien es cierto que partimos de niveles bajos, esto es una señal de la falta de liquidez que puede sobrevenir pronto. Además, también está el impacto negativos de los activos financieros rusos en las hojas de balance de los bancos europeos. Así, no es de extrañar la performance reciente de este sector.

El segundo efecto que ya estamos viendo es el temor generalizado del mercado por las crecientes perspectivas futuras de una recesión global. Con el efecto de reapertura económica post-Covid perdiendo momentum, la aceleración inflación y la mayor incertidumbre están pegando en las expectativas. Y a pesar de que las acciones vienen ajustando fuerte en este inicio de año, llevando a una corrección necesaria de las valuaciones, esto podría no ser suficiente. Si efectivamente el mundo entra en recesión económica, las ganancias corporativas sufrirán fuerte, haciendo que las valuaciones del equity global no estén lo suficientemente baratas para atraer capital de riesgo. Así, los mercados podrían continuar bajo presión por semanas.

Finalmente, el tercer efecto no menor, es que la guerra ha desatado un combustible adicional para el gran flagelo que enfrentaba el mundo a inicios de 2022: la inflación. La sostenida suba de los commodities, entre los que se encuentran no solo los energéticos como el petróleo y el gas, sino también los granos, oleaginosas y metales industriales, garantiza que habrá una nueva ronda de shock inflacionario en el corto plazo. Esto, contribuye directamente a retroalimentar la idea de una recesión económica global con alta inflación. En una palabra, estanflación.

El Dow Jones Commodity Index acumula un salto de 31% en lo que va del año, y se sitúa en el nivel más elevado de los últimos 10 años. La gran incógnita de esto es cómo van a actuar los bancos centrales de acá en adelante.

Si algo estaba claro a principio de año, era que las autoridades monetarias globales iban a llevar adelante fuertes ajustes de su política monetaria (suba de tasas de interés y retiro de liquidez) para disciplinar la inflación luego de la borrachera de emisión monetaria vivida durante lo peor de la pandemia. De hecho, muchos bancos en Wall Street se animaron a pronosticar de siete a ocho hikes para este año. Hoy, eso está muy en duda.

¿Qué hará la FED con este escenario global?

Hay dos caminos posibles.

O bien se mantiene estricto a su plan, siendo super agresivo con el tightening de la política monetaria para atacar la inflación que, sin dudas, será más alta de lo previsto en los próximos meses, corriendo el riesgo de generar una mega recesión;

O regula el tightening, dejando correr más de la cuenta la tasa de interés real negativa, ayudando a corregir el gran desfasaje fiscal fiscal y de deuda que tiene el Tesoro americano, corriendo el riesgo de generar un desanclaje de expectativas.

Con un nivel de Deuda / PBI de 125% y con un Déficit Fiscal que cerró el ejercicio 2020 / 2021 con un rojo de 14 puntos del PBI, me inclino a pensar que el segundo de los escenarios es el que probablemente ejecute la Reserva Federal en los próximos meses.

Una gran licuación de los pasivos, mientras no haya desanclaje fuerte de las expectativas inflacionarias, es lo que nos espera en el corto plazo. Se trata, quizás, de la ventana de oportunidad que abrió la guerra para hacer este trabajo sucio de equilibrar las cuentas en este nuevo orden mundial.

El 16 de marzo, cuando tenga lugar la reunión de la FED, tendremos más pistas sobre el rumbo elegido por la entidad para el corto plazo.