Absolutamente todos los economistas y analistas financieros coincidimos en que la pandemia del Covid-19 traerá mayores desafíos para la economía argentina de los que presentaba previamente antes de este brote.
La situación previa ya era de por sí muy delicada. Un déficit fiscal crónico que no fue corregido a tiempo generó dos efectos no deseados: por un lado, un endeudamiento acelerado para financiar gasto corriente; y, por el otro, una presión impositiva insoportablemente elevada para el sector privado. Cuando el financiamiento desapareció, entonces no se tuvo otro camino que recurrir a la emisión monetaria espuria.
El resultante fue una creciente y acelerada caída del peso argentino, como consecuencia del repudio por parte de los argentinos, que derivó en una escalada de la brecha cambiaria.
Lamentablemente, el Covid-19 llegó para profundizar estos problemas. La impresión de billetes se aceleró para financiar un fisco que aumentó su desequilibrio, mientras que la presión impositiva no cesó. En este contexto, cumplir con las obligaciones impositivas se hizo una carga aun más pesada para el sector privado que vio decrecer su producción e ingresos aceleradamente.
¿Acaso está todo perdido…?
El escenario es más difícil y desafiante, sin dudas, pero si se avanza con políticas que tengan sentido común se puede sacar provecho, incluso, del nuevo mundo post-Covid 19 que se avecina.
Lo primero, y más urgente, es resolver el tema de la deuda soberana. No entrar en default indefinido (ya se ingresó técnicamente el 22 de mayo) resulta condición necesaria, pero no suficiente, para ver la luz al final del túnel para la economía argentina. No se trata de “pedirle a los bonistas que ganen menos”, sino de que Argentina tenga la posibilidad de apalancar una futura recuperación económica con el engranaje del crédito.
Un default no solo tendrá consecuencias nocivas para la inflación y la brecha cambiaria, sino que dejará en una situación de virtual default a las provincias argentinas que buscan renegociar sus pasivos. Aún peor, el sector privado quedará aislado para poder financiar una potencial recuperación de la economía argentina. Adicionalmente, un abrupto y arbitrario default limita fuertemente la posibilidad de que los organismos multilaterales permitan financiar infraestructura tan necesaria para mejorar la competitividad del país.
Precisamente, si de competitividad se trata, la Argentina tiene una gran oportunidad de potenciar dos sectores que pueden salir extremadamente favorecidos de esta pandemia en el mundo.
El primero, lógicamente, es el de la industria alimenticia. Si hay algo que el mundo no dejó de consumir en estos traumáticos meses ha sido los alimentos y sus derivados. El campo argentino tiene una competitividad de primera línea, con la posibilidad de generar valor agregado en sus exportaciones con la consecuente creación de empleo de calidad. Solo hace falta una cuestión central ligada a los incentivos. Es necesario promover políticas que fomenten e impulsen este sector y no que le pongan un freno de mano.
El segundo sector en importancia es la exportación de servicios informáticos y del resto de las áreas conocidas como la economía del conocimiento. Se trataba de un sector que cobró muchos dinamismo y competitividad en los últimos años, aportando un salto cualitativo a nuestra balanza comercial superavitaria. La implementación de retenciones a las exportaciones de estos servicios, sumada a la suspensión en la aplicación de la Ley de Conocimiento votada por el Congreso, son obstáculos muy difíciles de entender a esta altura.
Esto es claramente una inconsistencia más entre lo deseado y lo que realmente se pone en marcha en la práctica. El origen, claro está, es el persistente desorden y desequilibrio del fisco.
Hacia adelante, hay que torcer las expectativas. Dar un salto de calidad que permita creer en un país mejor. Urge un programa macroeconómico y de consistencia monetaria-fiscal, teniendo como foco de corto plazo transparencia en el mecanismo que se utilizará para sacar de circulación la inmensa cantidad de pesos emitidos para atender la emergencia de la pandemia.
Me quedo con las palabras de nuestro presidente, que hace un par de semanas señaló que “financiar el déficit con deuda no es una buena idea”. Tampoco es viable hacerlo con emisión. Así las cosas, se necesita un camino hacia la sostenibilidad fiscal.
Ojalá sus palabras se materialicen en la práctica y que la Argentina aproveche esta nueva oportunidad que le brindará el mundo post pandemia.