(*) Columna de opinión publicada en el suplemento Economía y Negocios del Diario La Nación
-¿Se puede crecer sostenidamente sin un mercado de capitales desarrollado?
-La palabra mercado se ha convertido en una especie de tabú en la Argentina tras el estallido de la convertibilidad en 2001. Cualquier mención de esa palabra es asociada rápidamente a una ideología neoliberal. Tan fuerte es el prejuicio negativo en gran parte de la población que ni siquiera los candidatos presidenciales se animan a pronunciarla abiertamente por temor a perder votos. Sin embargo creo que se equivocan fuertemente al no hacerlo. No existe ninguna economía desarrollada que haya alcanzado su estatus sin un mercado de capitales amplio y pujante. Estados Unidos, la Unión Europea, los países nórdicos, Japón y los tigres asiáticos lo tienen. Muchos países de la región como Chile o Colombia, con economías más previsibles y estables que la doméstica, también cuentan con mercados de capitales más sólidos.
-El mercado de capitales argentino no logró acoplarse a la “década ganada” del modelo económico que prevaleció. Hoy cotizan cinco empresas menos de las que cotizaban en 2003. Con un mercado desarrollado todos ganan: el ahorrista accede a una oferta de instrumentos financieros amplia y más redituable que la tradicional “inversión” de depósito a plazo fijo; las grandes empresas se hacen de un financiamiento superador al de las tradicionales líneas crediticias bancarias, y las pymes encuentran un canal de liquidez magnífico para complementar con sus planes de expansión. ¡Todos ganan! Pero nuestro mercado necesita desarrollarse fuertemente para ser el canal natural de un progreso económico sustentable. Todos deben involucrarse.
-En mi opinión se podrían tomar tres medidas que tiendan a crear un contexto cierto y favorable. La primera es eliminar el encaje del 30% para el ingreso de capitales que fija el Banco Central; la segunda, ofrecer incentivos fiscales para las empresas que se animen a hacer oferta pública en la Bolsa mediante emisión de deuda o de acciones, y la tercera, limitar la participación máxima del Estado en el capital de una empresa. La instrucción y educación del ciudadano de a pie resulta vital para que el mercado de capitales se convierta en una zona de libre acceso para el ahorrista, despojándolo de cualquier prejuicio para aprovechar las oportunidades de inversión. Esto, complementado con las tres medidas descriptas, puede contribuir a crear un marco adecuado para que, lentamente, la palabra mercado deje de ser un tabú y se convierta en una oportunidad. Sin un mercado de capital desarrollado, la sustentabilidad de una economía en el largo plazo es prácticamente inviable.