Exactamente hace un año atrás no había ni una duda dentro del mundo inversor sobre cómo sería el 2018 en materia de inversiones en Argentina: optimismo generalizado y apuestas a que los rendimientos positivos superarían a los registrados en el ya muy buen 2017.
Enero parecía que confirmar ese pronóstico era cuestión en dejar correr el tiempo, con las bolsas en máximos y las acciones argentinas alcanzando un récord histórico en dólares. Sin embargo, fue el principio de un año para el olvido.
La suba de más del 100% del dólar pulverizó cualquier intento de hacerle frente con una tasa de interés en pesos que, en una primera instancia fue positiva en términos reales, pero luego perdió adeptos frente a la aceleración de la inflación y la profundización de la devaluación.
Ni los bonos soberanos en dólares actuaron de refugio. El sueño de continuidad de la compresión de spreads quedó en el olvido, el riesgo país más que se duplicó y la pérdida de más de 20% en las paridades en dólares fue un gran dolor de cabeza para el inversor.
Sólo las Letes en dólares de corto plazo, que eran depreciadas en 2017 por su “escaso” retorno, terminaron siendo activos de refugio, conservación del capital en dólares y una aceptable renta para las nuevas (y difíciles) circunstancias de nuestro país.
En cuanto a las acciones, no pudieron soportar la tempestad. El cambio abrupto de panorama económico, producto de una realidad que se impuso y obligó a corregir los desequilibrios macroeconómicos a los golpes, fue un golpe letal, llevando al Merval a perder más del 50% en dólares desde sus máximos, sin distinguir demasiado a nivel sectorial y sin importar los fundamentos de las empresas. Hubo un atisbo de reacción en las empresas con perfil exportador, aunque luego también sucumbieron ante semejante inestabilidad económica.
A esta altura, el daño fue muy grande. Hoy se respira una tensa e incierta calma entre los participantes del mercado de capitales. Nadie apuesta a qué puede ocurrir en 2019, aunque hay un sesgo demasiado negativo para lo que viene, envalentonado por el factor político de las elecciones, siempre generador de mayor ruido que de certezas.
Para poder entender qué hacer en 2019, lo primero que debemos saber es la enseñanza que dejó este desolador 2018: la diversificación es clave y no todas las estrategias son digeribles para cualquier tipo de inversor.
Sólo en 2018 salieron bien parados los que mantuvieron la disciplina de diversificar el riesgo argentino con otros riesgos globales más una posición en efectivo en moneda dura. Y eso es lo que debemos hacer para el 2019.
Apostar un 100% al carry trade es solo para inversores tiempista y profesionales, algo que no es recomendable para ninguno de los inversores de a pie. Este mercado actual sigue siendo uno de trading, de corto plazo y de guardia alta.
La apuesta a tasa en pesos alta debe ser con no más del 30% del capital y con colocaciones de corto plazo.
En materia de bonos, no preveo una fuerte compresión de spreads. El mercado se mantendrá expectante a las señales políticas y eso no tendrá certezas. Privilegio colocaciones en Letes en dólares con vencimiento antes de agosto (elecciones primarias nacionales).
En cuanto a las acciones, hay valor a precios baratos, aunque éstos podrían seguir estando condiciones por el elevado riesgo país más el riesgo político. Estas inversiones sólo son alentadoras para quienes puedan digerir la Argentina desafiante de los próximos tres a cuatro años. En caso contrario, aprovechar alguna oportunidad de trading de corto plazo y no mucho más que eso.
Desde nuestro mercado, se puede incorporar algún cedear o acciones brasileñas con fines de diversificación de riesgo más cobertura cambiaria. Petrobras Brasil luce atractiva con los lineamientos de reforme de Jair Bolsonaro.
Finalmente, “Cash is King” (liquidez es el rey): posiciones de efectivo en moneda dura en el portafolio pueden ofrecernos cobertura y flexibilidad en momentos en que la cuestión se ponga aún más difícil a nivel local e internacional.