Si la intención del Gobierno es fomentar el ahorro y acercar el mercado de capitales a los más pequeños, es necesario eliminar la barrera burocrática de forma estructural y permanente.
Son tiempos de cambios, en muchos sentidos y para una gran cantidad de sectores. El bursátil no está ajeno a este panorama y tiene por delante un gran sendero de oportunidad y, por qué no, prosperidad.
Desde la óptica del mercado de capitales, hemos visto muy buenas intenciones en este corto plazo que lleva gobernando la actual administración. La resolución del default ha sido una de ellas, liberando del acceso al crédito a muchos potenciales emisores de deuda en lo inmediato, más allá del Estado Nacional.
Asimismo, la intención de la ANSES de desprenderse de las principales participaciones accionarias que tiene en las empresas cotizantes es una buena señal en dos sentidos: por un lado, la recaudación del dinero a partir de esa venta se aplicaría a una noble causa como pagar los juicios que la entidad tiene con los jubilados; por el otro lado, envía un claro mensaje a las empresas de capital privado: “Vengan a cotizar, no nos meteremos en absoluto en sus negocios porque el Estado nada tiene que hacer allí”.
Finalmente, durante los últimos días, hemos visto un esfuerzo de la Comisión Nacional de Valores por realizar cambios a la ley de mercado de capitales aprobada por la administración kirchnerista con el fin de otorgar mayor transparencia e impulso al mercado. También, la designación de Miguel Kiguel como asesor externo para impulsar el desarrollo del mercado de capitales es una gran noticia.
Hasta aquí todo muy auspicioso. Pero la verdadera transformación tiene que venir con el hecho de intentar hacer que lo bursátil sea una cuestión cotidiana para el ahorrista más pequeño, el que, ante la ignorancia de la existencia de un mercado de capitales con oportunidades, busca refugio para sus ahorros en los canales tradicionales del plazo fijo y la compra de dólares.
Hay dos focos importantes para trabajar en el objetivo de hacer el mercado más masivo, plural y “popular”.
En primer lugar, urge el hecho de reducir la burocracia en los trámites de aperturas de cuentas comitentes para el inversor más pequeño. Abrir una cuenta en una sociedad de bolsa hoy es un proceso altamente desgastante. Se necesita llenar una gran cantidad de formularios con datos personales, documentación respaldatoria y otras cuestiones administrativas que insumen una gran porción de la energía antes de comenzar a invertir.
Entiendo la necesidad de cumplir con todas las regulaciones correspondientes al lavado de dinero que la normativa internacional exige para los movimientos bursátiles en cualquier parte del mundo. Pero mucha de esta burocracia debería simplificarse en pos de dar simpleza y facilidad al proceso de apertura de cuentas de inversión.
En segundo término, hay que trabajar en la educación financiera desde el estadío más temprano posible. Este tipo de conocimiento no solo es una herramienta útil al momento en que el potencial ahorrista, que quiere devenirse en inversor, se enfrenta al mercado de capitales. También es algo vital ara instrumento una planificación financiera individual (y familiar) que ayude a mitigar los efectos de los permanentes vaivenes de la economía argentina.
Cuando las cosas son simples, claras y presentan oportunidades interesantes, vimos que la respuesta del ahorrista es masiva. El incremento de este tipo de inversores individuales en las licitaciones semanales de las Lebac del Banco Central de la República Argentina es una muestra evidente de esto.
Empecemos con eliminar la barrera de la burocracia. O al menos, tratemos que el proceso sea menos tedioso. Si avanzamos en este sentido y lo completamos con la educación financiera, el shock explosivo para el mercado de capitales puede ser uno sin precedentes.