Hace poco más de un mes absolutamente todos los medios y especialistas financieros se hacían eco de la salida del default de Argentina. Más allá del significado simbólico que este hecho tenía desde el punto de vista económico, muchas voces se mostraron optimistas por la gestión política del Gobierno para resolver el problema en el Congreso ante la falta de mayoría en ambas cámaras.
Ciertamente que se trató de un triunfo político también, pero no todo fue gratis. El apoyo por parte de la oposición tenía como contrapartida el compromiso del Gobierno Nacional de permitirle a las provincias emitir deuda para financiarse.
Y esto finalmente se está cumpliendo con creces en la práctica.
Efectivamente el fin del default en Argentina abrió la billetera de liquidez mundial para las tan necesitadas provincias argentinas. El apetito de los inversores internacionales era evidente por esta nueva deuda.
Ya se había manifestado la voluntad de los inversores al postular ofertas por hasta US$ 60 mil millones cuando el Gobierno Nacional decidió emitir bonos a 3, 5, 10 y 30 años para pagar la deuda a los holdouts. Finalmente, se tomó una cuarta parte de ese aluvión de capital por US$ 16.500 millones.
Pero claramente este proceso sentó un precedente importante para que las provincias acudieran al mercado voluntario de deuda internacional. Las condiciones financieras continuaban siendo favorables, con tasas de interés que se encuentran en un piso histórico en los países desarrollados y con un sobrante de liquidez importante.
Y esta fuerte disponibilidad de fondos se hace cada vez más evidente en la medida en que el retorno ofrecido por las emisiones provinciales sea de hasta casi cuatro veces más grande que lo que paga un bono del Tesoro estadounidense a 10 años.
Este es el caso de las provincias argentinas que ya colocaron deuda en las últimas semanas. Y también lo será de las que se aprestan para salir a cotizar.
La primera provincia argentina en romper la inercia luego de la salida del default fue la de Neuquén a comienzos del mes de mayo. El emisor consiguió colocar US$ 235 millones a 12 años de plazo a una tasa nominal anual de 8,62%. Cuando uno evalúa que la provincia recibió ofertas por US$ 1.500 millones la operación parece haber sido un éxito, pero recordemos que el premio a los inversores también es muy alto: ¡una tasa de interés muy elevada que casi duplica el nivel de lo que pagó Bolivia hace unos años atrás!
La segunda provincia en emitir fue Mendoza. También podemos calificar de “exitosa” la operación ya que colocó US$ 500 millones, a 8 años y con un interés inferior: 8,375%.
La Ciudad de Buenos Aires emitió por US$ 890 millones a una tasa debajo de 7,75%.
En las próximas semanas se preparan para emitir deuda las provincias de Córdoba y Salta, por hasta US$ 1.350 millones. Y también mostró sus intenciones de avanzar en ese sentido la provincia de Tierra del Fuego.
¿Es acaso una noticia para festejar o no?
Hay que separar dos cuestiones fundamentales.
La primera es que la deuda no es un instrumento malo per sé. Y menos en las condiciones actuales de bajas tasas de interés y alto nivel de liquidez mundial. Muchos grandes proyectos de infraestructura no se podrían llevar adelante sin el correspondiente financiamiento a costos no usureros y plazos relativamente largos. Bajo estas condiciones, reitero, tomar deuda no es malo en absoluto.
La segunda cuestión, y he de aquí donde aparecen los principales nubarrones en el horizonte, es el destino que se le da a los fondos que el emisor consigue en la colocación de deuda. Es decir, en este caso, para qué utilizarán los recursos las provincias.
Del prospecto de deuda de la provincia de Neuquén surge que “los fondos se utilizarán para afrontar servicios de deuda contraída anteriormente y cancelar deuda pública de la provincia vencida el o después del 1 de enero de 2015”.
En el caso de la provincia de Mendoza, el comunicado de la gobernación señaló que los fondos “se utilizarán para el pago de deuda ya emitida y al cierre del déficit fiscal”.
Con este marco, no hay motivo aparente para festejar. Gran parte de esta deuda se utilizará para afrontar gasto corriente, comprometiendo la sustentabilidad de repago de esa deuda en el futuro.
Por un lado, las tasas a las cuales las provincias están tomando deuda no son lo suficientemente bajas como para pensar en que estamos en presencia de una saludable administración de riesgos financieros, cancelando deuda con tasas altas a partir de fondos conseguidos a tasas mucho más bajas. Por el otro, financiar gastos corrientes con deuda es un proceso que nunca termina bien.
Este proceso puede ser la génesis de una nueva crisis financiera dentro de unos años.
Particularmente creo que las provincias deben tratar de alcanzar un sano equilibrio entre los presupuestos financieros deficitarios, la gran disponibilidad de fondos en el exterior y la promoción de obras de infraestructura que mejoren la competitividad.
Endeudamiento responsable para financiar tales obras y recorte de gastos superfluos son los caminos más coherentes (y sustentables) que aparecen en el horizonte.