Esta columna de opinión fue publicada en El Cronista Comercial.
Si hay algo en que los argentinos nos distinguimos es que tenemos la capacidad de opinar, permanentemente, de los temas más candentes del momento sin siquiera entender efectivamente de qué se trata el concepto imperante detrás del trending topic en cuestión.
Nos gusta opinar y punto. Sin más vueltas ni rodeos. Y en la actualidad uno de los temas más candentes y de debate en la opinión pública es la “bicicleta financiera”.
En torno a este concepto se han escuchado una gran cantidad de falsedades dignas de la ausencia de la educación financiera que existe en el país y que nos tiene condenados, hasta el momento, a una carencia de desarrollo económico inaceptable por estos tiempos.
Quienes no saben cómo funcionan los mercados de capitales, emiten opiniones sin sentido que tienden a generar un ruido mediático con un rebote importante en muchas capas de la sociedad incrementando el prejuicio contra lo bursátil y lo financiero.
El dato más alarmante es que la desinformación e ignorancia también se hace presente en muchos dirigentes políticos que pretenden transformar al país atacando a la “renta financiera” derivada de un simple plazo fijo. En este sentido, el concepto de interacción entre ahorro e inversión debiera ser enseñado y machacado desde el comienzo de la educación primaria por parte de cualquier estudiante.
Para que Argentina salga adelante, el ahorro juega un papel fundamental, casi crucial. Sin él no podemos pretender impulsar las inversiones tan necesarias para avanzar en materia de infraestructura, capacidad productiva y generación de empleo.
Estigmatizar al inversor, envuelto en el traje de un ahorrista que constituye un plazo fijo, compra un bono, una obligación negociable o cualquier otro instrumento financiero, no es más que conspirar contra la posibilidad de expansión del bienestar dentro del país.
El inversor no es el enemigo. Por el contrario, es el mejor aliado que Argentina tiene en este momento. Para los encargados de hostigar permanentemente al “capital financiero” los invito a realizar el ejercicio de cómo tanto el Estado Nacional y los Provinciales financiarían su déficit fiscal sin la existencia de los recursos que ofrecen los “especuladores” (léase inversores).
¿Cómo se pagarían los sueldos de los empleados estatales, se llevarían adelante la pavimentación de rutas o el desarrollo de nuevos puertos? ¿Acaso con una nueva y fenomenal ronda de emisión monetaria? Las consecuencias de esto último ya las hemos vivido en un pasado no tan lejano.
Como siempre ocurre en Argentina, el culpable de nuestros problemas estructurales es un un tercero, y atacar al inversor “especulador” es un blanco fácil y altamente retributivo desde el punto de vista de los objetivos electoralistas que persigue cualquier político. ¿Acaso el foco no debería estar puesto en cómo los políticos de turno aplican esos recursos que los inversores ponen a disposición en el mercado?
Si queremos resultados distintos a los obtenidos en materia de desarrollo económico es momento de más mercado de capitales (y no menos) para Argentina. En este propósito, el Gobierno es consciente de la oportunidad que hay por delante. Más inversores implica mayores recursos genuinos para financiar el necesario salto estructural que necesitamos para quebrar la decadencia económica que arrastramos desde hace más de medio siglo.
Ninguna potencia económica global ha podido lograr serlo con un mercado de capitales débil y limitado. La educación financiera es la herramienta vital para tirar abajo prejuicios y dar el salto de calidad hacia la construcción de un mercado de capitales digno del país desarrollado que queremos ser.
Sin dudas, ¡Argentina necesita más mercado que nunca!