YPF: Mi consejo para Galuccio y Kicillof

Creo que por primera vez desde que asumió su cargo como ministro de Economía coincido en algo con el ministro Axel Kicillof: “El mundo se nos cayó encima”.

Brasil está en una peligrosa recesión económica, nuestros socios comerciales devaluaron sus monedas fuertemente y China se desacelera poniendo en riesgo la ascendente demanda de los commodities que exportamos. Todos estos factores exógenos condicionan mucho a la economía argentina.

Pero las limitaciones se agudizan cuando le agregamos los problemas endógenos, muchos de ellos auto generados. La descontrolada emisión monetaria, que alimenta a una de las inflaciones más altas del mundo, y la fiesta del gasto público son dos factores que terminaron de erosionar la credibilidad. Nadie quiere los pesos argentinos, nadie quiere consumir, nadie quiere actuar. Sólo se escucha la palabra refugio, y eso la economía lo siente fuerte.

En medio de este escenario incierto, tengo un humilde consejo para el CEO de “nuestra” querida YPF y para el propio Kicillof, quien es director de la firma. Para empezar, miremos este gráfico:

YPF

En los últimos 12 meses, la acción de YPF, tanto a nivel local como el ADR en Wall Street, se desplomó más de 60%. Mucho se ha hablado de esta situación recientemente en los medios, sobre todo cargando las tintas sobre el Gobierno por el alto precio que había pagado por el 50% de la empresa hace poco más de un año.

Es cierto, hoy la totalidad de YPF vale menos que lo que el Gobierno pagó por el 50%: US$ 5.950 millones. Pero nadie podría haber previsto un derrumbe del petróleo tan significativo como el que evidenciamos en estos tiempos. El barril pasó de US$ 100 a US$ 45, arrastrando a la baja el valor de todas las empresas del sector.

Eso ya está consumado, pero es la mitad de la historia. La otra mitad es que YPF se encuentra a precios de liquidación y la pregunta es si realmente esto está justificado. Según mis cálculos, espero que la empresa gane $ 17 por acción este año y su relación Precio / Ganancia está en 12 veces.

Cuando comparamos la situación de la firma hace un año y medio atrás, al momento en que se pagó la indemnización por la expropiación, y hoy, no vemos grandes rasgos diferenciales. Usted podrá decir la caída del petróleo a nivel global, pero en Argentina estamos parcialmente blindados porque las petroleras usan un barril de referencia en torno a los US$ 75, esto es un 66% mayor que el precio de mercado internacional actual. Esto no se modificó.

Tampoco ha cambiado mucho el potencial de Vaca Muerta, el segundo mayor reservorio de gas y petróleo no convencional a nivel global. La verdad muestra que es caro extraer este tipo de combustible, pero con la protección del precio doméstico estaría más resguardada la ecuación económica del negocio.

Adicionalmente, de los US$ 35 mil millones de inversiones que Galuccio señaló que YPF necesitaba para su desarrollo en el próximo lustro, han llegado menos de US$ 3.000 desde el exterior. Hay muy poco capital hundido y esto es positivo, ya que en estos momentos de incertidumbre son los mejores para seducir al capital foráneo a que venga a invertir.

Como se observa, no hubo muchos cambios sustanciales.

Galuccio y Kicillof, es momento de ser “patriotas”.

¿Cómo?

Si realmente piensan a YPF como las joyas de la abuela, hoy es el momento de ver a la crisis como una oportunidad. Mi consejo es que aceleren al máximo la compra de acciones propias. ¿Qué otro mejor negocio tiene YPF que recomprar sus propias acciones?

Según el último balance, YPF cuenta con una posición de caja y equivalente en torno a los $ 14.200 millones. Con la mitad de ese dinero, la firma podría comprar el 8% del capital social, que equivale a la mitad del floating en circulación.

La flexibilidad del management para detectar estas oportunidades hacen a la calidad de los directores.

Hoy es el mejor momento de comprar las propias acciones de la compañía. Con esto se lograría dar una fuerte señal a los inversores, se recuperaría la confianza, estimularía las inversiones y, adicionalmente, se haría un gran negocio.

Si quieren hacer “patria”, mi humilde opinión es que éste es el camino a seguir.

Tres lecciones del fracaso del canje

Viernes 12 de diciembre, 18 horas. El ministro de Economía, Axel Kicillof, presentó el duro revés a su estrategia de canje de deuda como un gran éxito.
“En momentos en que hay retiro de dinero de los países emergentes, acá solo se cambiaron 185 millones de dólares, y se quedaron con nuestros títulos. El test de confianza ha dado positivo porque nadie se ha querido llevar los dólares”, dijo el funcionario.
Detrás de esa declaración claramente hay desconcierto.
Y se oculta la realidad…
Lo que en una primera instancia era una propuesta inteligente, según mi opinión, luego se llenó de inconsistencias. De allí, el fracaso.
Varios fueron los errores, hasta impensados de que provengan de un equipo de técnicos del ministerio de Economía de un país.
Pero a su vez, debe servir como experiencia. Hay lecciones importantes que deben quedar para evitar repetir errores nuevamente.
El gran desafío es hacer una autocrítica y repensar estrategias.
¿Se podrá?
Lección N° 1: La importancia del incentivo vía precios
 
Por más que una estrategia sea inteligente desde la teoría, no va a funcionar si no está aceitado el proceso de incentivos de precios.
Desde un primer instante el Gobierno intentó seducir a los inversores pagando un precio por el Boden 2015 a un nivel por debajo de lo que operaba en la Bolsa. Si uno, como inversor, ciertamente no tenía la restricción de la liquidez del mercado, la decisión estaba consumada de antemano: no participar del canje.
Resignar US$ 10 dólares en los próximos 10 meses (TIR del 13% en moneda dura) era un castigo demasiado amplio para no lidiar con el riesgo argentino. Quien es tenedor de un bono soberano local ya sabe de qué se trata cuando alguien le quiere explicar el riesgo de su tenencia.
Conclusión: sólo se entregaron bonos por US$ 185 millones.
Adicionalmente, el incentivo de precios tampoco funcionó en la colocación de nueva deuda vía Bonar 2024. De los US$ 3.000 millones pensados inicialmente, sólo se suscribieron US$ 377 millones, algo más del 12%.
¿Por qué alguien le iba a pagar US$ 96,20 al Gobierno por un bono que se conseguía casi US$ 1 por debajo de ese precio el día de cierre de la licitación?
Lección N° 2: No improvisar con el Señor Mercado
 
Al mercado hay que respetarlo. Hay ciertos procedimientos y comportamientos que deben seguirse al pie de la letra.
En caso de no aceptar esas reglas, el riesgo de recibir una “bofetada” es muy alto. Y es algo que debe evitarse porque condiciona el futuro.
En Economía pensaban que la vuelta a los mercados voluntarios de forma unilateral era posible. Cuando se anunció la medida, la gran mayoría de los analistas (incluido yo), pensamos que la licitación estaba casi cerrada de antemano con inversores institucionales.
Pensamos que no se trataba de algo improvisado.
Nos equivocamos…
Y si bien es cierto que se vivió una de las peores semanas del año en las bolsas globales al momento de la colocación, no es menos cierto que hubo errores en la implementación de la estrategia muy grande.
Y esos errores quedaron en evidencia con el resultado de la licitación.
Lección N° 3: El default tiene un costo
 
De alguna u otra manera, el default técnico influyó en el resultado, sobre todo por el lado de la confianza de los inversores.
Aunque el Gobierno lo niegue y se adjudique varias victorias diplomáticas contra los holdouts, el no cumplir con las obligaciones y compromisos tiene sus efectos negativos en la práctica.
No van a llegar fondos frescos en la medida que los problemas que erosionan la confianza no se resuelvan. Y esa resolución implica cerrar, de una vez por todas, el capítulo con los fondos buitres.
Quizás hasta este magro resultado sea una buena noticia y acelere una “negociación” con losholdouts a partir de enero.
Para que esto ocurra, tiene que primar la racionalidad.
Sé que es difícil, pero hay que mantenerse optimista.
De todo revés en cualquier ámbito se aprende, se saca conclusiones, se hace una autocrítica y se mira hacia adelante para construir.
Esperemos que esta vez no sea la excepción…