¿Puede haber hiperinflación en el mundo actual?

¿Hay peligro de hiperinflación?

Hace unos meses atrás, mientras los países centrales reabrían sus economías tras la exitosa vacunación, comenzamos a escuchar con mayor frecuencia la palabra inflación. Ese concepto, no encontrado en la evidencia empírica global desde la década del ’80, comenzó a generar cierta preocupación. Con el correr de las semanas, y más cercano en el tiempo, comenzó a escucharse muy tímidamente la palabra hiperinflación.

¿Acaso estamos en las puertas de un escenario de esa magnitud para el mundo?

Vamos por partes y dejame mostrarte lo que pienso.

Previo a la pandemia, hubo una clara demostración acerca de cómo el mundo podía crecer, desarrollarse y sortear con éxito el mayor consumo global sin tener una repercusión relativamente fuerte sobre la inflación. La productividad, con la tecnología como driver principal, creció sin parar en las últimas dos décadas, permitiendo que la oferta de bienes y servicios corra tan o más fuerte que la demanda.

Además, la expansión de la competencia en distintos ámbitos de negocios ayudó para mantener una provisión de excelencia a precios realmente competitivos para el bolsillo del consumidor.

Así, el mundo transitaba a una velocidad crucero de 3% de inflación promedio que el 95% de los países disfrutaba sin necesidad de exigir el poder adquisitivo de sus ciudadanos.

Sin embargo, pandemia mediante, hubo cambios en las reglas de juego que parecen haber alterado fuertemente las expectativas inflacionarias hacia adelante. Principalmente identificó tres elementos centrales en la post pandemia que están contribuyendo a generar esta sensación de que los precios al consumidor no tienen límites a nivel internacional.

1- El impacto monetario es algo que no podemos soslayar en el análisis actual. Vivo en Argentina, un país que claramente se ha gobernado con un desmanejo de la política monetaria sin precedentes en los últimos 50 años (con la excepción del sistema de Convertibilidad en el medio), lo que trajo aparejado un repudio generalizado por la moneda doméstica. En el mundo estamos atravesando algo similar, con una gran cantidad de dinero fiduciario emitido por parte de las potencias centrales, que han generado una desconfianza generalizada en la tendencia futura de esas monedas. Además, se observa en el horizonte un temor generalizado de los banqueros centrales a comenzar a retirar parte de este estímulo monetario por temor a que “sea demasiado pronto” sin afectar la recuperación global. Esa indefinición afecta la confianza en las monedas.

2- La extrema política fiscal expansiva de los países ha generado un tremendo impacto negativo sobre los incentivos. Se puede observar cómo muchos mercados de trabajo, especialmente el de Estados Unidos, se encuentran con una demanda abundante de las empresas, producto de la recuperación, y una escasez en la oferta laboral nunca antes vista a partir de los planes de ayuda social y de bienestar que repartieron los gobiernos y que compiten con los empleos de menor calificación y salarios. Esto ha llevado a que las empresas tengan que ofrecer salarios mayores para contratar empleados y ese costo salarial, tarde o temprano, va a ser trasladado a los precios del consumidor final.

3- Finalmente, el mundo post-pandemia viene con cambios geopolíticos: por un lado, los países no están tan dispuestos a comerciar como antes (se observan algunas tendencias proteccionistas); por el otro, las cadenas de proveedores globales está alterado, con grandes disrupciones y con un crecimiento de los costos de fletes marítimos globales que realmente presionan los precios globales y generan tensiones internacionales.

A esto, se le suma una segunda ronda inflacionaria que vienen por los precios internacionales de los commodities, con los de energía subiendo 70% en lo que va del año y los industriales en torno a 40%. Limitaciones en la oferta y defensa de los precios por parte de los oligopolios aseguran una inflación más permanente que transitoria para los próximos meses.

Así, no nos puede sorprender que los precios al consumidor minorista haya estado por encima del 5% interanual por cinco meses consecutivos en Estados Unidos. Además, los precios al productor (mayoristas) están por encima del 8% interanual en la principal economía del mundo y de 10% en China.

Así, comienzan a alzarse las voces de importantes personalidades globales alertando sobre los procesos inflacionarios. Solo por nombrar a algunos se encuentran Warren Buffett, Ray Dalio, Bill Gates. Pero, además, las empresas cotizantes que van presentando sus balances trimestrales hace alusión a la palabra inflación con mayor frecuencia para justificar la caída de márgenes o alertar sobre su rentabilidad futura.

¿Podemos estar ante un proceso de hiperinflación global como el de la crisis del ’70?

Particularmente no lo veo aún, pero hay algunas señales que tenemos que seguir de corto plazo.

En primer lugar, los bancos centrales globales deben reaccionar ya mismo para evitar el mayor desprestigio contra las monedas fiduciarias. Caso contrario, seguirán fluyendo el dinero hacia activos alternativos (commodities, acciones, criptomonedas, etc.).

En segundo lugar, las tensiones geopolíticas no deben escalar. En caso contrario, tendrá impacto en las cadenas de provisión globales con efectos negativos sobre la inflación global.

Finalmente, es importante seguir la dinámica entre incentivos, planes de bienestar social y costos laborales. Mientras que las señales no vayan en la dirección correcta, hay un peligro latente de que el costo salarial escale con fuerza que sea inevitable su traspaso a los precios finales de bienes y servicios.

Desde ya, que todo esto tiene un impacto significativo en cómo pensamos de manera inteligente una estrategia de inversión para el portafolio personal. Considerar estas señales o no será una decisión personal que puede tener un impacto económico sobre el patrimonio individual.