¿Es sostenible la suba del Euro?

Hace cinco meses atrás, el mundo financiero se estaba preguntando si el euro podría resistir como moneda única en una región donde sus países participantes mostraban una heterogeneidad importante en muchos sentidos: lo económico, lo social, lo cultural, entre otros. La crisis económica pegaba duro en muchos países europeos, siendo Grecia el principal “chivo espiatorio” por su abultada deuda, el deterioro de las cuentas públicas y la anemia de su crecimiento económico. Luego de muchas negociaciones entre los países miembros y los organismos multilaterales se llegó a un acuerdo para otorgar a la economía helénica el más grande paquete de salvamiento otorgado por el FMI en el transcurso de los próximos tres años, comprometiéndose el país a reducir fuertemente su gasto público, comenzando una etapa de fuerte conflictividad social.

Grecia era la punta del iceberg. Los países denominados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, Spain) hacían tambalear las proyecciones sobre el euro dada la fragilidad económica que se observaba en el horizonte. Por caso, España atraviesa uno de los peores momentos de su historia con una tasa de desempleo superior al 20%. Irlanda, por su parte, anunció que está predispuesta a escuchar planes de reestructuración de la deuda de su sistema financiero para evitar el colapso. Portugal logró hacer el “roll over” de su deuda pero a un costo sensiblemente superior al verificado años atrás. La crisis está latente y los problemas de fondo no han sido resueltos aún.

¿Cómo reaccionó la moneda común tras estos acontecimientos?. Las proyecciones más benignas eran que el euro debería haberse depreciado hasta la paridad contra el dólar ya que, ante el impedimento de hacer política monetaria en cada país a nivel particular, la devaluación de la moneda común permitiría solucionar parcialmente algunos desequilibrios. Las visiones más pesimistas hablaban de una ruptura de la zona económica común y la vuelta a monedas locales para los países donde la crisis era más agobiante.

Finalmente lo que ocurrió fue una devaluación del euro hasta niveles de u$s 1,18 hasta que se comenzó a pronunciar dos palabras mágicas que permitieron revertir la tendencia: “quantitative easing”. Las señales de la economía estadounidense mostraban un deterioro importante y nuevos paquetes de incentivo eran reclamados para evitar una nueva recesión. Bernanke dio señales de que dichas medidas serán aplicadas en el corto plazo y las expectativas de los inversores se adaptaron a la nueva realidad: el exceso de dólares que habrá en el sistema financiero mundial llevará a una caída de la moneda, entonces hay que comprar “todo” para evitar perder el poder adquisitivo. Entre ese “todo” también está el euro, el cual alcanzó el máximo valor contra el dólar en 10 meses.

Un euro en estos niveles no ayuda a Europa a salir de su crisis sino que la podría intensificar. La menor competitividad de sus exportaciones podría generar menos recursos fiscales y menos puestos laborales en el Viejo Continente. Al mismo tiempo, el turismo proveniente de regiones donde sus monedas se devalúan contra el euro también se verá resentido.

En mi opinión, un inversor no debiera apostar mucho más al euro. La zona u$s 1,43 / u$s 1,45 es una opción válida para entrar en una posición “short” en la moneda. Tarde o temprano, el Banco Central Europeo deberá tomar las riendas de esta crisis y deberá aplicar una ola similar a la estadounidense de quantitative easing si lo que busca es evitar un agudización de la crisis. La economía alemana parece ser la única que escapa a esta realidad, pero para las economías PIIGS hay mucho camino por recorrer aún.







Barack Obama y su relación con los mercados

El lunes 20 de septiembre el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, cumplió 20 meses en su cargo.
Barack Obama asumió su presidencia en uno de los momentos económico más difíciles a nivel mundial y en Estados Unidos a nivel particular. La explosión del sistema de hipotecas en la principal economía del mundo generó el desplome del sector de viviendas y la caída de numerosas firmas financieras a nivel mundial, número que podría haber sido mayor si no fuera por los rescates estatales que fueron llevados a cabo.
En Estados Unidos, la crisis impactó de lleno en el mercado laboral, debilitándolo fuertemente y llevando la tasa de desempleo a niveles de casi el 10%, con una destrucción de empleos superior a los 6.500.000 de puestos laborales.
La crisis, conocida como “subprime”, llegó a compararse con la Gran Depresión de los años ’30 ya que su magnitud traspasó aún los daños generados por la Segunda Guerra Mundial.

Con el correr de los meses, la economía global se fue estabilizando y a partir del último trimestre del 2008 y principios del año 2009, las cifras económicas comenzaron a evidenciar un punto de inflexión relativamente importante.
La recuperación provino más fuertemente de las economías emergentes, con China e India liderando la demanda mundial. El resto de Asia también crecía fuertemente y Latinoamérica disfrutaba de la recuperación de los precios de las materias primas.
La gran inyección de fondos estatales que actuaron como estímulos en las economías desarrolladas también dieron lugar a una recuperación de la actividad, aunque no se verificó una correlación positiva entre ésta y la recuperación del empleo.
A principios del año 2010, afloraron las preocupaciones fiscales en el continente europeo y en Estados Unidos, cuyo déficit está en un nivel mayor a 11 puntos del Producto Bruto Interno. En Europa, los países PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y Spain) aterrorizaban a los inversores en relación a su capacidad de pago de la deuda. Los pronósticos de una doble recesión se hacían eco entre los principales analistas.
Grecia, la economía más complicada de la zona euro, debió anunciar un fuerte paquete de ajuste fiscal para lograr el financiamiento del FMI y de las principales potencias europeas que buscaban evitar un nuevo golpe a los bancos domésticos por sus tenencias de deuda griega.
En medio de este contexto, y con medidas poco ortodoxas, Obama gobernó en un país dividido y con fuerte malhumor social. Pese a su forma de hacer política, que es poco “market-friendly”, los mercados financieros apostaron a una recuperación vigorosa de la economía, otorgando un voto de confianza a su gestión. Si bien es cierto que los mercados accionarios venían de niveles extraordinariamente bajos por la incertidumbre generada por la crisis financiera, la recuperación fue una de las mayores vistas hasta el momento para el lapso de los primeros 20 meses de un gobierno estadounidense. 

Presidente
Día de la Asunción
Performance Dow Jones en 20 meses
Barack Obama
20/01/2009
28,10%
George W. Bush
20/01/2001
-24,57%
Bill Clinton
20/01/1993
18,83%
George H. Bush
20/01/1989
12,47%
Ronald Reagan
20/01/1981
-5,63%
Jimmy Carter
20/01/1977
-11,51%
Gerald Ford
09/08/1974
23,37%
Richard Nixon
20/01/1969
-18,92%
Lyndon Jonhson
22/11/1963
17,62%
John Kennedy
20/01/1961
-4,86%
Dwight Eisenhower
20/01/1953
23,18%
Harry Truman
12/04/1945
10,03%
Franklin Roosvelt
04/03/1933
75,37%
Herbert Hoover
04/03/1929
-42,28%

La economía global en busca de su destino

Recién se acaba de conocer que el gasto personal en los Estados Unidos creció al ritmo más rápido en cuatro meses para el mes de julio. Esto es una buena noticia, aunque no suficiente para equilibrar a los mercados financieros. Las palabras de Bernanke del último viernes en torno a nuevas políticas de estímulo dan cuenta de la fragilidad de la recuperación de la economía estadounidense. Los mercados se muestran cautelosos y expectante sobre los próximos pasos de la FED y el desempeño de otras principales economías como las de la zona euro y la de Japón.
En Europa, la situación sigue frágil. Se duda de la posibilidad de éxito de Grecia de pasar el difícil exámen de su déficit fiscal y abultada deuda pública sin ponderar una reestructuración de esta última. En España, Zapatero piensa en adelantar las elecciones presidenciales si el panorama económico se sigue desacelerando. Sólo Alemania sorprendió positivamente mostrando un crecimiento anualizado de 2,2% en el 2T10.
El euro parece haber tocado un techo en u$s 1,31 y comenzó su fase correctiva, algo que los países del Viejo Continente no ven con malos ojos para poder lograr mayor competitividad y fortalecer sus exportaciones ante la debilidad de la demanda interna.
En lo referente a las economías emergentes, las mismas siguen sólidas, aunque desacelerando levemente. Si los países centrales se debilitan, eso repercutirá seguramente en las economía de la periferia. La gran pregunta es en qué magnitud será el impacto.
En este contexto la Argentina crece a un ritmo del 8% anual aunque sigue sin atender el principal problema económico: la inflación. Esta variable roza un nivel anualizado de 25% / 30%, por lejos la más alta de la región y se ubica entre los primeros cinco países del mundo con mayor inflación proyectada para el 2010. Es necesario crear un mercado doméstico sólido, en virtud de que la demanda internacional parece debilitarse. Pero esto no debe hacerse a cualquier costo. Se deben crear las situaciones propicias para incentivar la oferta y evitar los cuellos de botella que lleven a mayores niveles de precio. Por ahora eso parece una utopía, pero estamos a tiempo para convertirlo en realidad.