Cómo fomentar el desarrollo de nuestro mercado de capitales

El martes 21 de octubre de 2008 es uno de los peores días que me tocó vivir a nivel profesional. Al gran colapso que se verificaba en Wall Street, con la reciente caída de Lehman Brothers, le sucedía un golpe letal al mercado argentino orquestado por el aquel entonces presidente de la ANSES, Amado Boudou.

En una ingeniosa idea de profundización del populismo, anunciaron el saqueo de una de las cajas más deseadas por el kirchnerismo: la estatización de las AFJPs (los fondos de pensión privados).

La medida permitió seguir confiscando recursos para aumentar la ola de populismo, continuar con el gasto descontrolado y avasallar los derechos privados como si nada importara. Obviamente que también alimentó el discurso demagógico, aunque la cuenta con los costos llegó más temprano que tarde: el sistema previsional se encuentra quebrado, con una desproporción poco sostenible entre aportantes y beneficiarios.

Más allá de esta pesada carga para la economía, hubo también otros damnificados. Uno de los principales fue nuestro mercado de capitales. Simplemente, se procedió a eliminar el inversor institucional de largo plazo más relevante que había hasta el momento.

Las cotizaciones se derrumbaron a un ritmo sin precedentes, creció fuerte la inseguridad jurídica y la iliquidez se volvió un rasgo aún más característico de nuestra plaza bursátil. El desarrollo de todos los instrumentos financieros pensados para financiamiento de largo plazo desaparecieron, incluidos los Fideicomisos de Cédulas Hipotecarias o de Infraestructura.

Para colmo de males, los inversores minoristas huyeron despavoridos al dólar y nada querían sabe con invertir en bonos y acciones nuevamente. El Gobierno de turno terminó de aislarse de los mercados voluntarios de deuda y consiguió financiamiento a una “tasa amiga” de tan solo 15% por parte de Venezuela.

El último de los golpes que determinó la mediocridad del tamaño para nuestro mercado en los próximos años lo dio el MSCI en 2009: Argentina pasó de ser catalogado mercado de emergente a mercado de frontera.

Para quienes buscamos un mercado de capitales desarrollado y como actor principal del financiamiento del desarrollo en Argentina, fue un golpe letal.

Comenzando una lenta reconstrucción

Los años posteriores fueron muy chatos, mediocres. Las cotizaciones podían subir o bajar, pero había una similitud en todos los años: el mercado de capitales local seguía siendo muy pequeño en términos de volumen negociado y cantidad de participantes.

El desinterés de los inversores era generalizado, no había nuevos jugadores y las autoridades se esforzaban muy poco para generar los incentivos necesarios para desarrollar el mercado.

En 2018, algo comenzó a cambiar. Volvimos al estatus de Mercado Emergente, aunque las turbulencias generadas por la crisis financiera y la desconfianza golpearon fuerte.

Con la estabilidad actual, apareció algún atisbo de pensar una estrategia para el largo plazo. En esa línea, hace unos días el Gobierno reglamentó en el Boletín Oficial la deducción del Impuesto a las Ganancias para las primas de los seguros de retiro.

Mientras que en 2018 el monto deducible queda en un irrisorio $ 996,23 anual, ya en 2019 la cifra sube a los $ 12.000 Para adelante, el 2020 muestra una deducción total de $ 18.000 y para 2021 de $ 24.000.

La medida rige para los seguros para casos de muerte, para retiro privado o para seguros mixtos. Desde mi punto de vista, es un excelente primer paso para pensar en el desarrollo de nuestro mercado de capitales de largo plazo.

Se trata de un incentivo relevante para que cada uno de nosotros piense en construir un ahorro para el retiro, a partir del beneficio impositivo que comienza a regir. Por el lado del mercado, la posibilidad de ofrecer estos instrumentos de largo plazo puede ser un buen driver para empezar a ver flujos de capitales más estables y extendidos en el tiempo.

Se trata de una condición necesaria, pero no suficiente para tener un mercado más amplio y sustentable en los próximos años. Ahora viene la tarea más difícil que consiste en dos objetivos centrales:

  1. Desarrollar la educación financiera y dar a conocer la existencia de estos instrumentos y sus ventajas fiscales.
  2. Mantener las reglas de juego estables para fomentar la inversión de largo plazo.

¿Se podrá? La evidencia histórica sugiere que no, aunque siempre es un momento adecuado para revertir las expectativas que uno tiene hacia el futuro.

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