El dilema de los Bancos Centrales

Hace mucho no nos hablábamos por acá. De hecho, esta es mi primer columna del año. Necesitaba descansar, despejar la mente y tomar distancia de esta eterna crisis financiera global que parece no tener fin. Tarde o temprano acabará, pero es imposible saber cuándo.

Hoy vuelvo tras lo ocurrido recientemente.

El golpe al sistema bancario global podría haber sido un punto de inflexión hacia adelante. El “tranquilo” andar que tuvieron los bancos centrales en 2022 para ejecutar una de las políticas de tightening más agresivas de la historia podría verse interrumpido.

En reiteradas ocasiones mencionamos la excepcionalidad del 2022. Han caída al unísono los bonos y las acciones, rompiendo una correlación negativa que marcaban las estadísticas y los libros. Pero no fue solo una descorrelación. En el pasado reciente (últimos 50 años) ya habíamos tenido años como el anterior. Lo realmente excepcional y único fue la caída de los bonos del Tesoro estadounidense en dos dígitos.

El impacto directo sobre los inversores se hizo notar en el mark to market de las posiciones. Con solo ver el statement de la cuenta, uno podía visibilizar el daño de la situación. Pero esto no era tan evidente en las hojas de balances de los bancos globales, donde la convención contable permite valuar estos activos a su valor técnico (Hold to Maturity) y no a precio de mercado.

Este “ocultamiento” legal de las pérdidas tiene un límite. El mismo es cuando las tasas siguen subiendo (los precios de los bonos bajando) y la pérdida contable acumulada empieza a tener una magnitud igual o mayor al capital de una entidad bancaria. Sin una política adecuada del manejo de riesgo de tasa de interés, sobreviene una situación como la ya conocida de Silicon Valley Bank.

La crisis de liquidez suscitada debió ser atendida rápidamente por las autoridades regulatorias involucradas, entre ellas el Tesoro de Estados Unidos, la Reserva Federal y la FDIC. La respuesta fue inmediata y contundente, con un tamaño de ayuda mucho más fuerte del estimado por el mercado. Los efectos colaterales continuaron en otros bancos regionales, con una salida de depósitos a un ritmo sin precedentes, que debió ser atendida por la cooperación público-privada (ayer se anunció un salvataje a First Republic Bank de USD 30.000 millones por parte de los principales bancos estadounidenses).

Por si fuera poco, el ruido se expandió a Europa. Si bien el epicentro es Credit Suisse, algunos bancos menores europeos dan muestras de inconsistencias entres sus hojas de balance. El primero se resolvió transitoriamente con una ventana de liquidez del Banco Central de Suiza por 50.000 millones de francos suizos. El segundo, ¿se resolverá con ayudas próximas por parte del Banco Central Europeo?

A esta altura, la señal de las autoridades de política monetaria global es, al menos, contradictoria.

Por ejemplo, ayer la hoja de activos de la FED mostró una expansión por primera vez en 4 meses (en los que había estado achicando sus activos lo que es lo mismo a decir retirando dólares) producto del rescate de depositantes del Silicon Valley Bank. Por el otro lado, los miembros del Comité de Política Monetaria insisten en cada aparición pública que las tasas de interés deben seguir subiendo para terminar de derrotar a la inflación. En esta línea, la FED parece haber retrocedido un paso respecto la posición de hace dos semanas (cuando se priceaba un ajuste de 50bps en el costo de dinero), pero sigue en camino para subir algo más simbólico la tasa de interés (¿25bps?).

Nuestra impresión particular es que eventos bancarios como los vividos en estas dos semanas no serán los primeros ni los últimos. En un contexto de desaceleración económica, el ruido en el sistema financiero y bancario traerá mucha más aversión del ahorrista y del inversor. Allí, los banqueros centrales tendrán un fuerte dilema que afrontar hacia adelante: despreocuparse de la inflación y atender los problemas de liquidez (para evitar que se transformen en solvencia) con política monetaria expansiva o mantener su ruta de combatir la inflación hasta las últimas consecuencias, a costa de generar una profunda recesión con caos bancario y financiero.

El final está abierto. De allí la relevancia de lo que vendrá en las próximas semanas.

No hay recesión (al menos por ahora)

[Antes que nada quiero aclarar que mi visión sobre la recesión puede estar sesgada por el simple hecho de considerar que lo que pasa donde estoy se extrapola al resto del país.]

El viernes 8 de julio por la noche, me subí a un avión junto a mi familia para hacer el tan ansiado viaje de vacaciones que la pandemia me obligó a suspender por dos años de manera consecutiva. El destino final fue Orlando, Florida. Luego pasamos por Fort Lauderdale para emprender, más tarde, el regreso a Buenos Aires. El itinerario incluía parques temáticos de Disney para descansar, luego, en la playa.

Me fui con una idea de que encontraría un país cuya economía comenzaba a flaquear por los rezagos de la pandemia, el fin del festival del gasto público, la inflación creciente y una política monetaria que incluía ajustes de tasas de interés de la Reserva Federal como nunca antes se vio en los últimos 25 años.

El mercado bajista de la Bolsa, conjuntamente con indicadores económicos de actividad manufacturera y confianza del consumidor, armaban el cocktail de mi prejuicio sobre la principal economía del mundo.

A priori, debo confesar que me equivoqué (nuevamente aclaro que es en base de la evidencia empírica que resulta de mi experiencia personal).

¿En qué me baso para señalar lo anterior? Al menos hay tres factores que identifiqué en el camino.

Factor #1 – El consumo no se detiene (ayudado por la inflación…)

Sea porque los turistas volvieron a pleno a Estados Unidos o porque los propios estadounidenses todavía tienen un exceso de ahorro (o crédito disponible), el poder del consumo en la principal economía del mundo no se detiene.

Los parques temáticos abarrotados de gente como nunca se vio y las tiendas en esos lugares con colas no antes experimentadas, al menos en nuestras visitas anteriores (guiño favorable para la acción de Disney (DIS) que viene castigada y vale la pena considerar).

Además, ir a cenar a los “lugares de moda” requería de una reserva previa de 24 horas. En caso contrario, había que conformarse con las cadenas de comida rápida que siempre tenían disponibilidad.

Todo esto, claro está, motivado por una inflación creciente hace que los excedentes de dinero se gasten más rápido que de costumbre y que obligan a muchos comercios a reconvertirse, yendo “cashless” por el desprecio a las monedas de menor denominación o, incluso, mostrando explícitamente la problemática de los precios crecientes como señala el cartel a continuación.

Factor #2 – No hay locales vacantes

Si teníamos dudas sobre la capacidad de recuperación de los malls y tiendas físicas luego de la pandemia, déjenme decirles dos cosas:

a. En Estados Unidos parece que la pandemia nunca ocurrió (en términos económicos sin desconocer el daño social y de otra índole), con los shopping center repletos de gente comprando las ofertas a más no poder;

b. En los malls donde estuvimos, no había ningún local sin ocupar. Es más, en rincones donde nada parecía entrar había obras para abrir más tiendas.

Si comparo contra 2019, última vez que visitamos el país, claramente en este 2022 había más movimiento y consumo.

Factor #3 – Los empleadores no pueden contratar el personal que buscan

La tasa de desempleo del 3,6% es real en este país. Y la problemática para llenar las posiciones abiertas también lo es.

No quiero exagerar, pero en 1 de cada 3 locales que veía en los malls, se presentaban carteles como los siguientes:

Desde ya que si hay mucha demanda laboral que queda sin ocuparse debe ser porque o la paga no es muy buena para la inflación creciente o porque el costo de oportunidad del ocio más los beneficios de los paychecks no hacen demasiado atractivo ese empleo.

Todo puede ser válido, pero de lo que estoy seguro es que quienes demandan esos trabajadores no están pensando que atraviesan una situación de recesión o que la misma vendrá en los próximos meses.

Más allá de estas especulaciones, el mercado de acciones nos anticipa algo con la fuerte baja que está evidenciando. Puede que el consumo sea el último eslabón en desacelerarse cuando empiece el efecto del encarecimiento del crédito y el fin del exceso de ahorro experimentado en la pandemia.

También, como mencioné anteriormente, mi visión esté sesgada por una experiencia donde el turismo tiene una pujana importante, sea internacional o doméstico.

O, finalmente, que estemos en presencia de un exceso de consumo por percepción de una ola inflacionaria mayor que licúe la capacidad de compra de ese dinero en el futuro.

Más allá de lo anterior, hay una evidencia que será irrefutable: la temporada alta de balances corporativos nos dirán mucho acerca de cómo la inflación y las expectativas de desaceleración están impactando en todos los negocios corporativos.

Los próximos días serán intensos en este sentido y nos darán pistas. Mientras tanto, con la información que cuento digo que la recesión no llegó, al menos por ahora.

Aprendiendo en los mercados,
Diego Martínez Burzaco

P.D.: Si todavía no te uniste al canal de Telegram, donde compartimos ideas, audios e informes, suscribite ahora mismo acá.

Guerra y estanflación: ¿dos males necesarios?

Muchas eran las voces que planteaban que el mundo iba a tener un nuevo orden a la salida de la pandemia. Y en esta línea, la guerra y la estanflación parecen ser parte de este proceso. En este artículo voy a intentar dar una visión económica y de mercado acerca de por qué el enfrentamiento bélico puede ser un elemento que lleve a un equilibrio inestable global, al menos para los próximos meses.

Antes de avanzar con el análisis económico-financiero, hay que dejar bien claro un punto: la guerra es un evento atroz, inhumano y no hay argumento razonable que justifique su ejecución. Dicho esto, el actual panorama tiene una serie de efectos económicos y financieros que vale la pena remarcar.

En primer lugar, la guerra está generando un estrés financiero que no se veía desde marzo de 2020, cuando la pandemia irrumpió en el mundo. El costo de los préstamos interbancarios entre las entidades financieras europeas se duplicó en apenas unas semanas. Si bien es cierto que partimos de niveles bajos, esto es una señal de la falta de liquidez que puede sobrevenir pronto. Además, también está el impacto negativos de los activos financieros rusos en las hojas de balance de los bancos europeos. Así, no es de extrañar la performance reciente de este sector.

El segundo efecto que ya estamos viendo es el temor generalizado del mercado por las crecientes perspectivas futuras de una recesión global. Con el efecto de reapertura económica post-Covid perdiendo momentum, la aceleración inflación y la mayor incertidumbre están pegando en las expectativas. Y a pesar de que las acciones vienen ajustando fuerte en este inicio de año, llevando a una corrección necesaria de las valuaciones, esto podría no ser suficiente. Si efectivamente el mundo entra en recesión económica, las ganancias corporativas sufrirán fuerte, haciendo que las valuaciones del equity global no estén lo suficientemente baratas para atraer capital de riesgo. Así, los mercados podrían continuar bajo presión por semanas.

Finalmente, el tercer efecto no menor, es que la guerra ha desatado un combustible adicional para el gran flagelo que enfrentaba el mundo a inicios de 2022: la inflación. La sostenida suba de los commodities, entre los que se encuentran no solo los energéticos como el petróleo y el gas, sino también los granos, oleaginosas y metales industriales, garantiza que habrá una nueva ronda de shock inflacionario en el corto plazo. Esto, contribuye directamente a retroalimentar la idea de una recesión económica global con alta inflación. En una palabra, estanflación.

El Dow Jones Commodity Index acumula un salto de 31% en lo que va del año, y se sitúa en el nivel más elevado de los últimos 10 años. La gran incógnita de esto es cómo van a actuar los bancos centrales de acá en adelante.

Si algo estaba claro a principio de año, era que las autoridades monetarias globales iban a llevar adelante fuertes ajustes de su política monetaria (suba de tasas de interés y retiro de liquidez) para disciplinar la inflación luego de la borrachera de emisión monetaria vivida durante lo peor de la pandemia. De hecho, muchos bancos en Wall Street se animaron a pronosticar de siete a ocho hikes para este año. Hoy, eso está muy en duda.

¿Qué hará la FED con este escenario global?

Hay dos caminos posibles.

O bien se mantiene estricto a su plan, siendo super agresivo con el tightening de la política monetaria para atacar la inflación que, sin dudas, será más alta de lo previsto en los próximos meses, corriendo el riesgo de generar una mega recesión;

O regula el tightening, dejando correr más de la cuenta la tasa de interés real negativa, ayudando a corregir el gran desfasaje fiscal fiscal y de deuda que tiene el Tesoro americano, corriendo el riesgo de generar un desanclaje de expectativas.

Con un nivel de Deuda / PBI de 125% y con un Déficit Fiscal que cerró el ejercicio 2020 / 2021 con un rojo de 14 puntos del PBI, me inclino a pensar que el segundo de los escenarios es el que probablemente ejecute la Reserva Federal en los próximos meses.

Una gran licuación de los pasivos, mientras no haya desanclaje fuerte de las expectativas inflacionarias, es lo que nos espera en el corto plazo. Se trata, quizás, de la ventana de oportunidad que abrió la guerra para hacer este trabajo sucio de equilibrar las cuentas en este nuevo orden mundial.

El 16 de marzo, cuando tenga lugar la reunión de la FED, tendremos más pistas sobre el rumbo elegido por la entidad para el corto plazo.

¿Puede haber hiperinflación en el mundo actual?

¿Hay peligro de hiperinflación?

Hace unos meses atrás, mientras los países centrales reabrían sus economías tras la exitosa vacunación, comenzamos a escuchar con mayor frecuencia la palabra inflación. Ese concepto, no encontrado en la evidencia empírica global desde la década del ’80, comenzó a generar cierta preocupación. Con el correr de las semanas, y más cercano en el tiempo, comenzó a escucharse muy tímidamente la palabra hiperinflación.

¿Acaso estamos en las puertas de un escenario de esa magnitud para el mundo?

Vamos por partes y dejame mostrarte lo que pienso.

Previo a la pandemia, hubo una clara demostración acerca de cómo el mundo podía crecer, desarrollarse y sortear con éxito el mayor consumo global sin tener una repercusión relativamente fuerte sobre la inflación. La productividad, con la tecnología como driver principal, creció sin parar en las últimas dos décadas, permitiendo que la oferta de bienes y servicios corra tan o más fuerte que la demanda.

Además, la expansión de la competencia en distintos ámbitos de negocios ayudó para mantener una provisión de excelencia a precios realmente competitivos para el bolsillo del consumidor.

Así, el mundo transitaba a una velocidad crucero de 3% de inflación promedio que el 95% de los países disfrutaba sin necesidad de exigir el poder adquisitivo de sus ciudadanos.

Sin embargo, pandemia mediante, hubo cambios en las reglas de juego que parecen haber alterado fuertemente las expectativas inflacionarias hacia adelante. Principalmente identificó tres elementos centrales en la post pandemia que están contribuyendo a generar esta sensación de que los precios al consumidor no tienen límites a nivel internacional.

1- El impacto monetario es algo que no podemos soslayar en el análisis actual. Vivo en Argentina, un país que claramente se ha gobernado con un desmanejo de la política monetaria sin precedentes en los últimos 50 años (con la excepción del sistema de Convertibilidad en el medio), lo que trajo aparejado un repudio generalizado por la moneda doméstica. En el mundo estamos atravesando algo similar, con una gran cantidad de dinero fiduciario emitido por parte de las potencias centrales, que han generado una desconfianza generalizada en la tendencia futura de esas monedas. Además, se observa en el horizonte un temor generalizado de los banqueros centrales a comenzar a retirar parte de este estímulo monetario por temor a que “sea demasiado pronto” sin afectar la recuperación global. Esa indefinición afecta la confianza en las monedas.

2- La extrema política fiscal expansiva de los países ha generado un tremendo impacto negativo sobre los incentivos. Se puede observar cómo muchos mercados de trabajo, especialmente el de Estados Unidos, se encuentran con una demanda abundante de las empresas, producto de la recuperación, y una escasez en la oferta laboral nunca antes vista a partir de los planes de ayuda social y de bienestar que repartieron los gobiernos y que compiten con los empleos de menor calificación y salarios. Esto ha llevado a que las empresas tengan que ofrecer salarios mayores para contratar empleados y ese costo salarial, tarde o temprano, va a ser trasladado a los precios del consumidor final.

3- Finalmente, el mundo post-pandemia viene con cambios geopolíticos: por un lado, los países no están tan dispuestos a comerciar como antes (se observan algunas tendencias proteccionistas); por el otro, las cadenas de proveedores globales está alterado, con grandes disrupciones y con un crecimiento de los costos de fletes marítimos globales que realmente presionan los precios globales y generan tensiones internacionales.

A esto, se le suma una segunda ronda inflacionaria que vienen por los precios internacionales de los commodities, con los de energía subiendo 70% en lo que va del año y los industriales en torno a 40%. Limitaciones en la oferta y defensa de los precios por parte de los oligopolios aseguran una inflación más permanente que transitoria para los próximos meses.

Así, no nos puede sorprender que los precios al consumidor minorista haya estado por encima del 5% interanual por cinco meses consecutivos en Estados Unidos. Además, los precios al productor (mayoristas) están por encima del 8% interanual en la principal economía del mundo y de 10% en China.

Así, comienzan a alzarse las voces de importantes personalidades globales alertando sobre los procesos inflacionarios. Solo por nombrar a algunos se encuentran Warren Buffett, Ray Dalio, Bill Gates. Pero, además, las empresas cotizantes que van presentando sus balances trimestrales hace alusión a la palabra inflación con mayor frecuencia para justificar la caída de márgenes o alertar sobre su rentabilidad futura.

¿Podemos estar ante un proceso de hiperinflación global como el de la crisis del ’70?

Particularmente no lo veo aún, pero hay algunas señales que tenemos que seguir de corto plazo.

En primer lugar, los bancos centrales globales deben reaccionar ya mismo para evitar el mayor desprestigio contra las monedas fiduciarias. Caso contrario, seguirán fluyendo el dinero hacia activos alternativos (commodities, acciones, criptomonedas, etc.).

En segundo lugar, las tensiones geopolíticas no deben escalar. En caso contrario, tendrá impacto en las cadenas de provisión globales con efectos negativos sobre la inflación global.

Finalmente, es importante seguir la dinámica entre incentivos, planes de bienestar social y costos laborales. Mientras que las señales no vayan en la dirección correcta, hay un peligro latente de que el costo salarial escale con fuerza que sea inevitable su traspaso a los precios finales de bienes y servicios.

Desde ya, que todo esto tiene un impacto significativo en cómo pensamos de manera inteligente una estrategia de inversión para el portafolio personal. Considerar estas señales o no será una decisión personal que puede tener un impacto económico sobre el patrimonio individual.

Por qué el inversor no debe preocuparse por las elecciones en USA

Si algo le faltaba a este tan particular año 2020 era, ni más ni menos, la dosis de volatilidad política que imprimen las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Las mismas se celebrarán el próximo 3 de noviembre y las encuestas marcan una leve ventaja del candidato demócrata Joe Biden por sobre Donald Trump.

Cualquier reporte de inversión que se lee por estas horas tiene un denominador común respecto este tema: a medida que nos acercamos a la fecha de la elección la volatilidad e incertidumbre se incrementará.

No desconozco en absoluto la trascendencia de esta elección. Tampoco quiero ir en contra del consenso de los principales analistas del mercado. Sin embargo, invito a tomarse una pausa y mirar este evento desde otra perspectiva.

La historia muestra que las elecciones presidenciales en economías desarrolladas, principalmente como la de Estados Unidos, no revisten el riesgo de un cambio sistémico de acuerdo a quién resulte el candidato vencedor en la contienda. Hay instituciones y direcciones que no se discuten, ya que el respeto por la inversión, la seguridad jurídica, la justicia, la división de poderes y muchos aspectos adicionales ya cuentan con un acuerdo implícito por parte de la sociedad desde hace décadas. Entiendo que para los que vivimos en países emergentes o sub-desarrollados, como el caso de Argentina, las elecciones presidenciales se viven como una cuestión de vida o muerte. El resultado electoral influye drásticamente en el modelo de país que regirá y eso impide tener una planificación de largo plazo.

En el mundo desarrollado, no funciona así.

En las elecciones actuales en Estados Unidos están en juego determinados matices que pueden tener un impacto tangencial en determinados sectores. Y esto es lo que debemos prestar atención como inversores si es que tenemos un posicionamiento en empresas que eventualmente puede ser favorecidas o perjudicadas con alguna política puntual que podría aplicarse por parte de quien ocupe el sillón de la Casa Blanca a partir de enero de 2021.

Más allá de eso, no hay un cambio de paradigma para el andar de Estados Unidos, gane Biden o Trump. Y no es una opinión personal sino que así parece ser de acuerdo a la historia del comportamiento del mercado estadounidense durante el año de las elecciones y los primeros 12 meses de gobierno del candidato electo.

Desde 1928 hasta el 2016, se han verificado 23 elecciones presidenciales en Estados Unidos. El S&P 500 ha rendido, en promedio, un 11,3% en años electorales. Y solo en 4 de los 23 de estos años, el mercado ha dado resultados negativos, destacándose el 2008 que se encontraba atravesado por la grave crisis de las hipotecas subprime.

Al momento de escribir este artículo, el S&P 500 acumula una mejora de tan solo 3,8%, lejos de los retornos promedio anuales que mostramos anteriormente. Desde ya, no hace falta aclarar que en ninguno de los años anteriores el mundo estaba atravesado por una pandemia, además de que los retornos pasados no garantizan rendimientos positivos a futuro.

Pero lo más atractivo es lo siguiente…

En el año siguiente posterior al de las elecciones, el S&P 500 rindió un promedio de anual de 10,3%, apenas por debajo de ese 11,3% que se verificó en los años electorales. También acá, en solo 4 ocasiones el mercado rindió negativo al año siguiente de las elecciones. Y esto se dio a pesar de la existencia de fuertes contrastes entre candidatos que derivaban pujas redistributivas crecientes en el relato de demócratas vs. republicanos.

Lo que nos deja en claro lo anterior es que siempre termina prevaleciendo la economía por sobre los matices políticos que puedan surgir a partir del nuevo partido gobernante o la continuidad del actual. Si la economía funciona, el mercado lo refleja positivamente. Y como en Estados Unidos las estructuras de fondo no se revisan con cada cambio de presidente, como inversores de mediano plazo debemos observar la tendencia de la economía para la toma de decisiones, dejando de lado la politiquería o peleas de campaña que tienen un impacto en el corto plazo.

Antes de finalizar, dos cuestiones centrales:

  1. La historia de rendimientos pasados no garantiza los futuros, pero nos puede servir de guía para ver determinados eventos de magnitud desde otra perspectiva.
  2. Así como el mercado de Estados Unidos tiende a rendir mejor en el año de elecciones que en el posterior inmediato, hay otros tipos de mercados que se comportan diametralmente opuestos a lo anterior. Una pista: consideren los mercados emergentes para el año 2021.

Caída del dólar obliga a repensar el portafolio

A nivel profesional, me siento un privilegiado. Son muy pocas personas en el mundo las que pueden decir que aman la actividad laboral que desarrollan. Cuando era adolescente, siempre decía que quería ser o jugador de fútbol o un profesional de las finanzas e inversiones. Bueno, aquí estoy, disfrutando de lo segundo.

Hace casi 20 años que me encuentro en el mundo de los mercados y todos los días les aseguro que sigo aprendiendo. La tecnología potenció este aprendizaje. En las redes sociales e Internet siempre encuentro cosas nuevas para seguir evolucionando. Y en los grupos de Whatsapp de inversores a los que pertenezco, siempre se arman debates que generan valor y disparan ideas.

Justamente, ayer (31 de julio de 2020) en uno de esos intercambios (más precisamente en el grupo “Bolseritos”), un experimentado inversor disparó un tema de conversación al compartir un artículo que mencionaba que la agencia de calificación Fitch rebajó el panorama de la deuda estadounidense de Estable a Negativo.

No es la primera vez que una calificadora cuestiona la deuda de la principal economía del mundo. El 6 de agosto de 2011, la agencia Standard & Poor’s marcó un hito histórico al rebajar la nota de AAA a AA+. Por ese entonces, S&P señaló que el plan fiscal acordado en el Congreso era débil para estabilizar la dinámica de deuda de mediano plazo.

La evidencia empírica, desde entonces, le dio la razón.

En ese momento, el ratio Deuda / PBI de Estados Unidos se ubicaba en casi 97%. Para el primer trimestre de 2020, ese ratio se ubicó en 107%, a razón de un aumento de un 1% por año. En palabras simples, los datos sugieren que durante la última década la deuda creció a una velocidad más rápida que la actividad económica.

Con el impacto de la Covid-19, estimaciones privadas alertan sobre un deterioro más significativo aún. Fitch espera que para finales de 2021, la deuda represente el 130% del PBI estadounidense, haciendo el camino futuro poco sustentable.

Vaya casualidad, hay datos realmente muy semejantes entre lo que estamos viviendo hoy respecto lo ocurrido en 2011 cuando S&P avanzó en la rebaja de calificación a la principal potencia del mundo.

  1. El problema del endeudamiento no se circunscribe solo a Estados Unidos. En 2011, Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (Spain) se hicieron conocidos por el acrónimo PIIGS (“Chanchos”) ya que su elevado nivel de deuda pusieron en jaque a la continuidad de la Unión Europea por aquel entonces. En la actualidad, me animo a decir, que gran parte del mundo desarrollado tendrá problemas de endeudamiento con ratios bien instalados por encima del 100%. Si antes teníamos serias dudas sobre quién iba a pagar esos bonos soberanos, ahora ni les cuento.
  2. Las tasas de interés de los principales bancos centrales del mundo se encontraban en niveles mínimos históricos: 0% en el Banco Central Europeo y un rango de 0% a 0,25% para la tasa testigo de la Reserva Federal. Hoy tenemos la misma situación.
  3. El oro alcanzando el máximo nivel histórico en términos nominales. Por 2011, la onza llegó a un máximo de USD 1.900 intradiario, mientras que hoy el metal se instala bien por encima de ese nivel y a las puertas de los USD 2.000.

Todas similitudes que no son coincidencia, sino que pueden estar marcando cambios estructurales en las relaciones geopolíticas por delante.

Cómo sigue hacia adelante la película

La cantidad de dinero emitida en el mundo no tiene precedentes en la historia moderna.

Una muestra de lo anterior es la hoja de balance de la FED. En septiembre de 2008, el banco central estadounidense contaba con USD 905.000 millones en activos. Para febrero de 2020, esos activos sumaban USD 4.100.000 millones. En términos relativos, crecieron un 353%. Sin embargo, nominalmente lo que tardó en expandirse en casi 12 años, en la actualidad se expandió en apenas cinco meses. Y más emisión parece estar por venir.

Esa innegable lluvia de dólares explica, en gran parte, el rally reciente de la renta variable, la cual está en terreno récord histórico nuevamente. En un mundo a tasa 0% y con expectativas de inflación crecientes a futuro, los inversores se cubren comprando activos de renta variable, a pesar del riesgo.

Alineado con lo anterior, el dólar cede terreno a nivel mundial. Cotizando en el menor nivel de los últimos dos años, es inevitable una revaluación de los commodities por delante. El oro fue el que picó en punta, pero otro commodities están preparándose para hacer el catch up. Estas son buenas noticias para los países emergentes. Las acciones de estos mercados se encuentran en relación a sus pares norteamericanas cerca de un mínimo histórico.

Con la renta fija desarrollada fuera de cualquier portafolio racional y con las acciones estadounidenses con valuaciones difíciles de justificar en comparación a sus ratios históricos, quizás sea el momento de comenzar una gran rotación hacia activos de mayor riesgo que puedan compensar la incertidumbre de los grandes desafíos que le depara al mundo hacia adelante.

En este escenario tan impredecible como el actual, los inversores deben ser capaces de mostrar flexibilidad y romper con las estructuras tradicionales que fueron consideradas de excelencia y buenos retornos en el pasado.

 

¿Despega Latinoamérica?

Los últimos tres años no han sido de los más brillantes para Latinoamérica en términos de crecimiento económico e inversiones bursátiles. Las causas de la más débil performance económica tuvieron que ver principalmente con cuatro efectos:

  1. Las economías emergentes más pujantes, que se encuentran fuera del continente, disminuyeron su velocidad de crecimiento, como fue el caso de China y Rusia. Sólo India fue capaz de mantener un ritmo de crecimiento estable.
  2. Brasil, principal referencia de la región por el tamaño de su economía, tuvo la recesión más importante de su historia entre 2015 y 2016.
  3. El populismo latinoamericano, que gobernó muchos países de la región, comenzó a resquebrajarse con un alto impacto económico para los PBI de sus naciones.
  4. El banco central de los Estados Unidos, la Reserva Federal, comenzó a subir las tasas de interés después de 6 años de niveles de costo de dinero cercano al 0%.

Un futuro para ilusionarse

Varios aspectos cambiaron positivamente para pensar que lo peor para la región fue dejado atrás y que las expectativas más optimistas para el año entrante están más que justificadas.

Por un lado, la desaceleración de la economía China, una de las principales aliadas del comercio exterior latinoamericano, ha sido menos brusca de lo esperado, permitiendo readecuar las expectativas pesimistas sembradas inicialmente.

En segundo lugar, la política monetaria acomodaticia y gradualista que la FED viene mostrando permitió moderar el temor del encarecimiento acelerado del crédito para la región, lo que también tuvo su correlato en una caída del dólar a nivel mundial y un sostenimiento de los precios de las materias primas en niveles razonables para las naciones productoras.

Finalmente, existe un factor claramente político en la región: se visualiza un evidente giro hacia partidos gobernantes de centro desde el populismo. El punto de partida fue el de la presidencia de Mauricio Macri en Argentina, seguido por Michel Temer de Brasil y el favoritismo de Piñera en Chile.

Todo este combo permitió que hasta el FMI vea con mejores ojos las perspectivas para la región, mejorando las proyecciones de crecimiento:

Como la historia económica lo marca, los mercados financieros han venido anticipando este cambio y punto de inflexión en las economías latinoamericanas. Siempre las bolsas se adelantan a los ciclos económicos, sean expansivos o recesivos, ya que tienen la posibilidad de reflejar las expectativas inmediatamente en el precio de los activos financieros.

Así es como el Índice MSCI de Mercados Emergentes acumula una mejora de 66% desde el 31 de diciembre de 2015 que compara con el 22% acumulado del índice S&P500.

A pesar del alza, el mencionado índice MSCI de Latinoamérica está aún un 38% por debajo del valor que mostraba el mismo en abril de 2011, el mejor momento desde la salida de la crisis de 2008.

Una de las maneras más diversificadas de jugar la historia del “renacer” latinoamericano es a través del ETF ILF, compuesto por las 40 principales empresas de la región considerando su capitalización bursátil.

Pero también los mercados bursátiles permiten apostar a la recuperación puntual de una economía de la región que tiene mejores perspectivas por sobre otras. En este sentido, la mejor forma de poder invertir potenciando las ganancias es a través de los ETF individuales de cada país.

El listado se puede ver a continuación:

La historia de Latinoamérica es una que recién está comenzando. Solo es cuestión de elegir el momento concreto (timing) para saber cuándo ingresar y apostar al despegue de la región.

5 gráficos que explican el efecto Trump sobre Argentina

La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos del 8 de noviembre último sorprendió a propios y a extraños. Y más allá de la incertidumbre que genera de cara a futuro, en el corto plazo este evento político está teniendo mucho más impacto negativo en los mercados emergentes que en el propio Estados Unidos.

En este sentido, Argentina está siendo uno de los países más damnificados por la Revolución Trump, al menos en el corto plazo. Para entender bien lo que pasa, veamos los siguientes cinco gráficos.

1- El derrumbe del Merval

merval

El índice Merval, principal indicador bursátil argentino se derrumbó un 8,6% en los últimos 3 días, mostrando la aversión al riesgo de los inversores sobre las economías emergentes y empeorando las condiciones financieras domésticas.

2- Posible cierre de mercados comerciales

sami

La acción de San Miguel (SAMI), principal exportadora de limones del mundo, cayó 22,6% en estos últimos tres días. Y no se trata de una caída de una acción particular, sino que refleja las dificultades comerciales que podrían regir entre Trump y Macri en el futuro. El Gobierno había anunciado la vuelta del negocio de exportación de limones a Estados Unidos y sólo faltaban detalles para concretarlo. Sin embargo, el triunfo Trump puede tirar para atrás esa apertura del mercado y la firma así lo hizo saber. Y no solo la exportación de limones está en juego, sino la de carne y otros productos primarios.

3- El salto del Real Brasileño

real

La salida de fondos de los mercados emergentes han generado fuertes presiones cambiarias en Latinoamérica, sobre todo en nuestro principal aliado comercial como Brasil. El real se depreció un 7% desde el miércoles al viernes. Esto pone presión a la competitividad argentina ya que el peso prácticamente no se depreció contra la divisa estadounidense.

4- La soja a la expectativa

soja

La suerte para los commodities fue dispar, ya que los metales industriales subieron con la esperanza de que el plan de infraestructura de Trump impulse su demanda, pero los agrícolas no tuvieron la misma suerte. La soja, en tres días, cayó un 2,2%. Hay que seguir de cerca esto…

5- Sube el costo del Financiamiento

ust10

Este es el impacto más fuerte, a priori. Trump impulsa tasas de interés más altas para Estados Unidos y la Reserva Federal seguramente subirá su tasa el 14 de diciembre. El retorno de un bono del Tesoro estadounidense a 10 años subió de 1,85% a 2,15%, el valor más alto desde enero. Para Argentina, que necesita financiamiento de más de US$ 30.000 millones el año próximo, será un costo mayor si persiste esta tendencia.

Veremos cómo sigue esta película, pero la foto a hoy luce poco alentadora en el corto plazo.