Año 2021: Argentina en su laberinto sin salida

Estoy en Argentina y me gustaría tener esperanzas. No suelo ser una persona pesimista por naturaleza. Más bien me mantengo en una posición neutral analizando los acontecimientos por venir. Pese a esto, es difícil mantener esa imparcialidad con con el país cuando miro lo que nos puede esperar en este 2021.

Como hombre de mercado, debo decir que los precios de los activos financieros hablan por sí solos. El índice Merval se encuentra cotizando a USD 365, mostrando una caída de 35% en moneda dura durante el 2020. Las firmas cotizantes están relativamente muy baratas en términos históricos. Sin embargo, los inversores brillan por su ausencia a pesar de los deprimidos precios. Eso pinta de pies a cabeza la desconfianza y la ausencia de optimismo hacia adelante.

Con el mercado de bonos ocurre algo semejante. Ni siquiera la “exitosa” reestructuración de la deuda de septiembre logró revertir la incertidumbre. Con el riesgo país navegando los 1.400 puntos básicos, las paridades de los títulos se encuentran, incluso, por debajo de los niveles previos al canje. Eso deja de manifiesto, también, la falta de expectativa hacia adelante.

Considerando lo anterior, lo que resta por descifrar es si el mercado se está equivocando con Argentina o si finalmente se ratificará la idea de que el país perderá nuevamente una oportunidad global histórica.

Con un nivel de liquidez sin precedentes en el sistema financiero global y las tasas de interés más bajas de la historia, Argentina no tiene acceso a esos beneficios. Y no solo estamos hablando de la administración pública, sino también del sector privado. La ausencia de previsibilidad y reglas de juego claras dejan a las firmas al margen del financiamiento productivo a costos realmente competitivos. Y sin inversión privada, el rebote económico esperado para 2021 no pasará de eso: un rebote que no será crecimiento sostenido.

Por el momento, el único factor aprovechable del viento de cola global son los precios de los commodities, especialmente la soja que llegó a los USD 470 la tonelada. De todas formas, eso solo no alcanza. Es apenas un alivio en medio del gran desorden macroeconómico que evidencia el país, con una inflación esperada creciente, desequilibrio fiscal que continuará en 2021 (y se financiará en parte con emisión), una presión impositiva que desincentiva y, por si fuera poco, el factor político que trae aparejado las elecciones de medio término.

Así, los inversores necesitan señales, algo que sea capaz de revertir el rumbo o que actúe como punto de inflexión a este desánimo generalizado. Se necesita recuperar la esperanza dentro de un marco de mayor estabilidad macroeconómica.

¿Por dónde podría venir esto?

Un acuerdo rápido y creíble con el FMI ayudará a despejar la incertidumbre. Se descarta que habrá entendimiento por la conveniencia e interés de las partes, pero el mismo no debe demorarse en el tiempo como ocurrió con la reestructuración de la deuda. Cuanto mas se prolongue la negociación, menor impacto positivo tendrá en las expectativas de los inversores y consumidores.

Un acuerdo que se complemente con un nuevo desembolso puente, que permita ordenar el mercado cambiario, disminuir la brecha y aceitar el comercio exterior, es clave para poner a girar la rueda nuevamente.

Esto debe ser acompañado por dos cuestiones centrales: la primera, recobrar la confianza en la moneda local, generando incentivos para el ahorro con tasas de interés reales positivas y una política fiscal consistente; la segunda, una gran reforma impositiva que simplifique nuestro sistema tributario y que ofrezca incentivos fiscales a la inversión y el ahorro.

Este último punto es de extrema necesidad, pero de difícil concreción en un año electoral. Acá es donde la prueba de carácter debe ser abordada por la política, pensando en el bien general y no haciendo primar lo individual.

Suena utópico claramente, sobre todo si nos remitimos a la historia. Sin embargo, si esta vez queremos que sea distinto, debemos hacer cosas diferentes. De lo contrario, seguiremos oscilando entre la inestabilidad y la desconfianza, atributos que se dejan ver en el precio de nuestros activos financieros hoy y que persistirán de esta manera a menos que encontremos drivers que permitan recuperar la esperanza.

Cepo cambiario: las nuevas (antiguas) lecciones para el inversor

Una vez más las nuevas medidas cambiarias anunciadas en Argentina ratificaron por qué se trata de uno de los lugares más hostiles para el inversor.

Las limitaciones para el acceso al mercado cambiario oficial, el menor cupo para el dólar solidario cuando se descuentan los consumos de tarjeta, el aumento de la presión impositiva para quienes atesoren moneda extranjera al cambio oficial y el impedimento a las empresas a obtener todos los dólares necesarios para cancelar sus deudas, desnudan la crítica situación de las reservas netas del Banco Central de la República Argentina.

Nadie puede sorprenderse por las nuevas restricciones. Como tituló el escritor Gabriel García Marquez, se trataba de una “crónica de una muerte anunciada” para el dólar oficial. Y hacia adelante, hay más dudas que certezas sobre la eficacia de lo anunciado en el objetivo final: frenar la sangría de reservas internacionales.

Lo que sí está un poco más claro es que será extremadamente difícil que la tan necesaria oferta de dólares aparezca con semejante nivel de restricciones, se trate de dólares comerciales, financieros o para inversiones en la economía real.

Todo lo anterior tiene, inevitablemente, un trascendental impacto negativo para el desarrollo del mercado de capitales argentino y para el inversor minorista en la odisea de proteger su ahorro.

Repasando la historia, esto saca a la luz algunas lecciones para quien invierte en activos argentinos. Son estas mismas lecciones que prevalecieron anteriormente y que ahora se vuelven más vigentes que nunca.

Avancemos en las mismas, para entender qué ratifica la actual situación y qué podemos esperar hacia adelante.

1. Mayor riesgo, ¿mayor retorno?

En finanzas, hay una regla máxima que en el 99% de los casos se cumple. Se trata de la relación directa entre el riesgo de un activo y el retorno esperado del mismo. En inversiones, la volatilidad es la variable estadística con la que se representa el riesgo. Y se entiende que los activos más volátiles son los que tienen más oportunidades de generar un retorno esperado mayor para el inversor.

De ahí que la mayoría de los activos asociados a los mercados emergentes suelen tener una expectativa más alta de rentabilidad. Pero como ya habrán notado, Argentina suele ser una excepción a esta regla. Es muy difícil pensar a las inversiones locales de manera independiente de la política económica. Como la inestabilidad macroeconómica está a la orden del día, realmente se hace muy duro percibir que los activos argentinos pueden compensar el riesgo asociado que tienen con una rentabilidad esperada más elevada.

2. Las acciones son siempre “negocio” en el largo plazo

Una cosa es invertir, otra muy distinta especular o tradear el mercado. Para el primer caso, se necesita conocimiento, análisis fundamental y largo plazo. Para lo segundo, análisis técnico, disciplina y un horizonte temporal de corto plazo.

Los datos avalan la teoría de que las acciones han sido un gran negocio de largo plazo. Obviamente que uno tiene que haber elegido empresas correctas y que supieron perdurar en el tiempo, innovando y capturando nuevos mercados. Muchas firmas han quedado en el camino. Pero con una alternativa conservadora, como haber invertido en el ETF SPY que simula el índice S&P500, uno habría obtenido un retorno de 190% en dólares en los últimos 10 años.

Como ocurre siempre, hay excepciones. Y lamentablemente, de nuevo acá aparece el mercado local. Y se trata de una excepción para mal, ya que los datos son contundentes.

En los últimos 20 años, si uno hubiera invertido en el índice Merval, el retorno acumulado en ese período fue de 0%. Sí, no se ganó dinero en términos nominales, y se perdió en términos reales (descontando la inflación global). Pero los resultados en la última década son aún más deprimentes para el inversor argentino. Quien puso USD 1.000 en el índice doméstico en octubre de 2010, hoy tiene un 50% menos, es decir, USD 500.

Conclusión: invertir en Argentina no es un “deporte” para el largo plazo, sino meramente especulativo donde el timing (cuándo comprar y cuándo vender) es la herramienta central para intentar ganar dinero invirtiendo en activos locales.

3. La regla de Pareto al máximo

La Ley o Principio de Pareto, también conocida como la Regla del 80/20 (ó 20/80), establece que, de forma general y para un amplio número de fenómenos, aproximadamente el 80% de las consecuencias proviene del 20% de las causas.

Llevado al ámbito de las inversiones, el inversor argentino debe saber que para obtener resultados positivos con las inversiones, asumiendo menos riesgos, uno tiene que armar su portafolio con las mencionadas asignaciones de Pareto: 80% del dinero en activos sin riesgo argentino y 20% en activos con riesgo argentino.

Lo anterior le permitirá descansar más tranquilo por la noche, obtener retornos óptimos en el largo plazo y entender que hasta que no cambie la expectativa institucional y económica en Argentina, más allá de quien gobierne, es imposible obtener un mercado de capitales desarrollado que dé una oferta de activos financieros óptima para el inversor.

¿Qué tenemos al alcance de la mano para esta misión?

Aun con las trabas en el dólar solidario y el recrudecimiento del cepo, en el mercado local tenemos los cedears, que son certificados que representan acciones extranjeras y que se pueden comprar y vender en pesos. Durante el último año, estos instrumentos han tomado un protagonismo excluyente en las carteras de cualquier inversor.

Si uno no quiere quedar atado a ninguna suerte de regulaciones cambiarias o de mercado, entonces el camino es abrir una cuenta en un broker extranjero, transferir los fondos y comenzar a diagramar una inversión mirando de lejos la Argentina, al menos, con el 80% del ahorro.

Lo anterior es triste, pero no podemos pretender obtener resultados distintos siguiendo los mismos caminos que tanto dolor patrimonial provocaron y que son obstáculos para nuestro único fin: proteger nuestro capital para lograr un futuro mejor.

El mundo post pandemia es una oportunidad para Argentina, ¿se aprovechará?

Absolutamente todos los economistas y analistas financieros coincidimos en que la pandemia del Covid-19 traerá mayores desafíos para la economía argentina de los que presentaba previamente antes de este brote.

La situación previa ya era de por sí muy delicada. Un déficit fiscal crónico que no fue corregido a tiempo generó dos efectos no deseados: por un lado, un endeudamiento acelerado para financiar gasto corriente; y, por el otro, una presión impositiva insoportablemente elevada para el sector privado. Cuando el financiamiento desapareció, entonces no se tuvo otro camino que recurrir a la emisión monetaria espuria.

El resultante fue una creciente y acelerada caída del peso argentino, como consecuencia del repudio por parte de los argentinos, que derivó en una escalada de la brecha cambiaria.

Lamentablemente, el Covid-19 llegó para profundizar estos problemas. La impresión de billetes se aceleró para financiar un fisco que aumentó su desequilibrio, mientras que la presión impositiva no cesó. En este contexto, cumplir con las obligaciones impositivas se hizo una carga aun más pesada para el sector privado que vio decrecer su producción e ingresos aceleradamente.

¿Acaso está todo perdido…?

El escenario es más difícil y desafiante, sin dudas, pero si se avanza con políticas que tengan sentido común se puede sacar provecho, incluso, del nuevo mundo post-Covid 19 que se avecina.

Lo primero, y más urgente, es resolver el tema de la deuda soberana. No entrar en default indefinido (ya se ingresó técnicamente el 22 de mayo) resulta condición necesaria, pero no suficiente, para ver la luz al final del túnel para la economía argentina. No se trata de “pedirle a los bonistas que ganen menos”, sino de que Argentina tenga la posibilidad de apalancar una futura recuperación económica con el engranaje del crédito.

Un default no solo tendrá consecuencias nocivas para la inflación y la brecha cambiaria, sino que dejará en una situación de virtual default a las provincias argentinas que buscan renegociar sus pasivos. Aún peor, el sector privado quedará aislado para poder financiar una potencial recuperación de la economía argentina. Adicionalmente, un abrupto y arbitrario default limita fuertemente la posibilidad de que los organismos multilaterales permitan financiar infraestructura tan necesaria para mejorar la competitividad del país.

Precisamente, si de competitividad se trata, la Argentina tiene una gran oportunidad de potenciar dos sectores que pueden salir extremadamente favorecidos de esta pandemia en el mundo.

El primero, lógicamente, es el de la industria alimenticia. Si hay algo que el mundo no dejó de consumir en estos traumáticos meses ha sido los alimentos y sus derivados. El campo argentino tiene una competitividad de primera línea, con la posibilidad de generar valor agregado en sus exportaciones con la consecuente creación de empleo de calidad. Solo hace falta una cuestión central ligada a los incentivos. Es necesario promover políticas que fomenten e impulsen este sector y no que le pongan un freno de mano.

El segundo sector en importancia es la exportación de servicios informáticos y del resto de las áreas conocidas como la economía del conocimiento. Se trataba de un sector que cobró muchos dinamismo y competitividad en los últimos años, aportando un salto cualitativo a nuestra balanza comercial superavitaria. La implementación de retenciones a las exportaciones de estos servicios, sumada a la suspensión en la aplicación de la Ley de Conocimiento votada por el Congreso, son obstáculos muy difíciles de entender a esta altura.

Esto es claramente una inconsistencia más entre lo deseado y lo que realmente se pone en marcha en la práctica. El origen, claro está, es el persistente desorden y desequilibrio del fisco.

Hacia adelante, hay que torcer las expectativas. Dar un salto de calidad que permita creer en un país mejor. Urge un programa macroeconómico y de consistencia monetaria-fiscal, teniendo como foco de corto plazo transparencia en el mecanismo que se utilizará para sacar de circulación la inmensa cantidad de pesos emitidos para atender la emergencia de la pandemia.

Me quedo con las palabras de nuestro presidente, que hace un par de semanas señaló que “financiar el déficit con deuda no es una buena idea”. Tampoco es viable hacerlo con emisión. Así las cosas, se necesita un camino hacia la sostenibilidad fiscal.

Ojalá sus palabras se materialicen en la práctica y que la Argentina aproveche esta nueva oportunidad que le brindará el mundo post pandemia.

Entrevista Radial: Inflación y Economía 2020

La inflación de octubre se ubicó en el 3,3% mensual en Argentina, un nivel más bajo del 4% proyectado originalmente por los analistas privados.

Sin embargo, no hay mucho para festejar. La inflación de 2019 cerrará por encima del 50% anual, marcando el rotundo fracaso de Cambiemos.

Me entrevistaron en Radio Millenium sobre este tema y otros:

https://ar.radiocut.fm/audiocut/diego-martinez-burzaco-resumen-economico/

Argentina no tolera más clichés de campaña

Como si estuvieran en un cuento de hadas, los candidatos endulzan los oídos de los ciudadanos con recetas mágicas que son imposibles de aplicar en el país

La gran mayoría de los argentinos estamos tachando los días que faltan para poner punto final al eterno capítulo del proceso electoral que estamos atravesando. Es un tema que encuentra a la sociedad con un muy escaso límite de tolerancia. Además, también tiene efectos colaterales extremadamente nocivos, tanto a nivel social como a nivel económico.

El grado de incertidumbre es total, por lo que resuelta la contienda electoral del domingo 27 de octubre (si es que no hay ballotage), tendremos, al menos, un elemento de certeza hacia adelante: la persona encargada de gobernar la Argentina durante los próximos cuatro años.

En el mundo económico, el contexto del país nos encuentra con un consenso casi unánime entre los economistas de las distintas vertientes: salir de esta crisis será, como mínimo, doloroso y habrá que hacer sacrificios.

Pese a este diagnóstico, la clase política parece no reaccionar. De un lado y otro del mostrador encontramos discursos que poco tienen que ver con la realidad vigente. Y, además, subestiman la capacidad de la gran mayoría de los argentinos.

Desde el oficialismo, se instala la idea de que lo peor ya pasó, que nos espera crecimiento de los salarios, creación de empleo y el comienzo de un camino de bienestar de muchos años para los que vivimos acá.

Ciertamente todas esas palabras lucen atractivas, pero me preguntó, ¿en base a qué se sostienen esas ideas? Las expresiones de deseo que no van acompañadas de hechos concretos y medidas profundas que requieren coraje, quedan solo en eso: expresiones de deseo.

Durante los últimos cuatro años, tuvimos mucho de esas expresiones de deseo en los dos primeros del Gobierno de Macri. En tanto, la segunda mitad del mandato sacó a la luz las negativas consecuencias de no haber acompañado el discurso con hechos concretos en la realidad.

Sea por imposibilidad, ineptitud o falta de un plan, el fracaso económico está a la luz de las cifras de inflación, decrecimiento, pobreza y salida de capitales.

Del otro lado tampoco encontramos demasiada racionalidad.

En un país sin crédito disponible y sus cuentas públicas en desequilibrio, restarle importancia a incrementar el gasto público cuando de “reconocer derechos se trata” es, al menos, demagógico e irresponsable.

Y no se trata de NO reconocer los derechos, sino de cuáles de ellos deben tener más prioridad ante otros. En un país donde urge solucionar el sendero fiscal de largo plazo para evitar seguir fogoneando la inflación, principal elemento regresivo de la dramática situación social, hablar tan despojadamente del gasto público no merece un análisis serio.

En paralelo, tampoco estamos en condiciones de seguir estigmatizando a nuestros acreedores con el discurso de la ilegitimidad de la deuda pública. Con la imperiosa necesidad de incrementar la tasa de ahorro para financiar el desarrollo de largo plazo, esas declaraciones, como mínimo, terminan espantando al que tiene el capital.

Por lo visto, está en los genes de la clase política endulzar los oídos de su electorado con expresiones y dichos que carecen de todo raciocinio de la actual situación del país.

Y las consecuencias de esta falta de sentido común están a la vista. El ahorrista busca refugio, no por especulación sino por el instinto de supervivencia que debe desarrollar en medio de este mar de incertidumbre.

Así, la brecha entre el dólar “oficial” y el dólar libre (dólar Bolsa) llegó al máximo de casi 18% desde la imposición del control de cambios.

Mientras seguimos con los clichés, el dólar libre habla. Y las consecuencias de ignorar los problemas pueden derivar en daños colaterales mayores.

Sólo la cruda verdad puede comenzar a recuperar parte de la confianza perdida. Acá, no hay atajos.

Argentina: ¿sobra o falta tasa de interés?

En vez de discutir ideas de fondos, los argentinos como apasionados que somos discutimos temas superficiales sin mucho conocimiento ni tecnicismo detrás. Esta vez, el concepto que se transformó en trending topic fue la tasa de interés. A continuación, hago un aporte al tema.

A nivel local, la semana económica estuvo centrada sobre la el nivel de tasas de interés que había en Argentina. El punto de partida del debate lo inició el candidato a presidente opositor, Alberto Fernández, que señaló que dejaría de pagar “las elevadas tasas de interés de las Leliq y con ello financiaría un aumento del 20% para todas las jubilaciones”.

Más allá del tinte electoralista que puede denotar esa declaración, una vez más creo que la ignorancia económica que tienen muchos actores relevantes de nuestra sociedad ha quedado en evidencia cuando tomaban postura sobre este tema.

Mi intención con esta columna es esclarecer algunas cuestiones en torno a este tema, obviamente a partir de los datos, para que usted, como inversor, pueda llevar adelante la mejor estrategia de inversión para proteger (y hacer crecer) su ahorro.

Antes de comenzar, me gustaría preguntarle.

¿Usted cree que sobra tasa de interés o que hace falta…?

Espero aclarar el panorama a continuación…

El origen de las Leliq

Las Letras de Liquidez (Leliq) son instrumentos de política monetaria utilizados por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) para poder controlar la cantidad de dinero que circula en la economía. Las Leliq sólo pueden ser compradas por los bancos comerciales y no por el público en general.

La idea es que los tenedores de instrumentos que emite el BCRA sean sujetos que estén regulados por la propia entidad, de manera de disminuir los riesgos de permanencia, tomando como experiencia la mala praxis que ocurrió con las Lebac durante la crisis de 2018.

De esta manera, acá tenemos un primer error conceptual de importancia en la visión de Alberto Fernández: las Leliq y su tasa de interés son herramientas del BCRA para hacer política monetaria y no son recursos líquidos que pertenecen al Tesoro y que se puedan usar discrecionalmente, para financiar aumentos salarios, jubilaciones o cualquier otra partida de gasto público.

Detrás de las Leliq, los plazos fijo

Hemos escuchado hablar de “bicicleta financiera” durante mucho tiempo, un cliché extremadamente repetido por gente que tiene escasa idea sobre cómo funciona el canal del ahorro y la inversión.

Con el fin de que las “elevadas” tasas de interés que recibían los bancos por las Leliq se traslade a los plazos fijos, el BCRA permitió realizar, transitoriamente, encajes (el dinero que tienen que dejar en el BCRA para garantizar el repajo delos depósitos a plazo) en forma de Leliq.

Así, los bancos podrían ofrecer un mayor rendimiento por los plazos fijos que otorgaban a los depositantes, teniendo recursos necesarios para fomentar el crédito al sector privado.

Desde ya que las condiciones macroeconómicas del país tuvieron un impacto negativo significativo sobre la expansión del crédito al sector privado, pero la situación bancaria hubiera sido mucho peor si el BCRA no se ocupaba de recrear ciertos incentivos para que los ahorristas dejaran su dinero en el banco.

Sin incentivos para ahorrar, el crédito de largo plazo nunca aparecerá y, por ende, la capacidad de desarrollo del país quedará meramente limitada a una expresión de deseo.

Es la inflación, no la tasa

Finalmente, me gustaría dejar en claro mi postura contraria a los que señalan con mucho desparpajo sobre la existencia de la bicicleta financiera.

Horrorizados por la elevada tasa de interés, critican y estigmatizan al ahorrista. Esos críticos hacen una omisión que, a esta altura del partido, me parece mal intencionada: se refieren a la nominalidad de la tasa de interés y no a la variable real, que implica descontar la inflación.

Así, se quejan cuando los bancos pagan a los ahorristas la estrepitosa tasa de interés de 50% anual por un plazo fijo. ¡Pero omiten señalar que la inflación de junio fue del 55% anual!

En relación a lo anterior, hice el siguiente ejercicio. Desde la aplicación del nuevo esquema monetario, el 1 de octubre pasado, la tasa de interés “ha venido subiendo”, pero porque la inflación se fue acelerando.

Si uno hubiera realizado un plazo fijo a 30 días a la tasa vigente al 30 de septiembre y lo hubiera renovado el último día hábil del mes siguiente a la tasa de mercado, hoy tendría una ganancia real de 4,29% contra la inflación acumulada.

Así, los datos demuestran que la “excesiva tasa de interés” del sistema financiero no es más un cliché político de campaña que sirve para sacar de foco lo realmente importante.

De esta manera, cuando alguien le hable sobre la bicicleta financiera y la “timba”, dígale que la tasa de interés es la adecuada para fomentar, de una vez por todas, el tan necesario ahorro en el país.

Sin ahorro, no hay inversión. Y sin inversión, no hay perspectiva económica favorable para el país.

No tenga miedo al debate, los datos están a su favor.


¡No jueguen con las Leliq!

Como inversores, deberíamos apagar la televisión y la radio y no dejarnos contaminar por los discursos de nuestros políticos en estos momentos. Como argentinos, deberíamos repudiar la actitud y dichos de muchos dirigentes.

A menos de dos semanas de las elecciones primarias PASO que marcarán el rumbo política para la elección presidencial de octubre, algunos candidatos acuden nuevamente a discursos demagógicos y cargados de populismo para intentar captar el voto de los indecisos.

En esta línea, el principal opositor del oficialismo, Alberto Fernández, se refirió a la posibilidad de dejar pagar los intereses de las Leliq (Letras de Liquidez del Banco Central de la República Argentina) para ofrecer un aumento en todas las jubilaciones, mejorando el poder adquisitivo de los haberes de las personas del ciclo pasivo.

Claramente se trata de una media impracticable en los hechos y que deja al candidato en cuestión al borde de la ignorancia económica sobre qué son los instrumentos en cuestión y cómo funcionan.

Algunos conceptos que detallo a continuación podrían brindar algo de claridad a la discusión:

  1. Las Leliq son un instrumento de política monetaria que el BCRA utiliza para controlar la cantidad de dinero en la economía y con ellos cumplir los objetivos de la base monetaria del programa que está llevando a cabo. En este sentido, las Leliq sólo son suscriptas por los bancos directamente con la autoridad monetaria. No es dinero ni del sistema de pensiones y jubilaciones, ni del Tesoro Nacional, por lo que no puede ser tomado para adoptar medidas populista de incremento salarial discrecional al menos que se quiera avanzar sobre la autonomía de la entidad.                                                                                                                                        
  2. Más del 80% de los fondos que los bancos comerciales tienen colocados en las Leliq respaldan los depósitos a plazo fijo de los ahorristas, por lo que cualquier atisbo a limitar ese instrumento de manera coercitiva tendrá como correlato una posible fuga de depósitos a plazos que podrían alimentar una dolarización excesiva del portafolio y hasta una aceleración inflacionaria.                                                                                                                                          
  3. Las consecuencias de “arremeter” contra las Leliq llevaría, como mínimo, hacia una desestabilización del sistema financiero, propio de la naturaleza de la salida de depósitos que podría generar, llevando a una suba de la tasa de interés para parar la desconfianza contra el peso, algo que en tiempo de nerviosismo y pánico se transforma en un instrumento de escasa eficacia.                                                                                                                                                     
  4. Finalmente, romper el contrato voluntaria entre el BCRA y los bancos comerciales acrecentaría la incertidumbre por la debilidad que genera en la autoridad del banco central, al tiempo que se iniciaría una fuerte ola de reclamos judiciales de las entidades bancarias para con el país.

Bajo este criterio, resulta netamente sorprendente la declaración de Alberto Fernández, ya que no tiene ningún objetivo económico positivo palpable. Solamente es entendible, aunque muy poco atinado, dese el contexto político.

Para poder resolver el problema de fondo con las Leliq, una vez aclarado el panorama político, deberá lograrse mediante un aumento de la demanda de dinero que sea consecuencia de una rebaja de la inflación presente, de las expectativas inflacionarias futuras y de la confianza generada en los agentes a partir de un país que tenga más previsibilidad en el próximo lustro.