El dilema de los Bancos Centrales

Hace mucho no nos hablábamos por acá. De hecho, esta es mi primer columna del año. Necesitaba descansar, despejar la mente y tomar distancia de esta eterna crisis financiera global que parece no tener fin. Tarde o temprano acabará, pero es imposible saber cuándo.

Hoy vuelvo tras lo ocurrido recientemente.

El golpe al sistema bancario global podría haber sido un punto de inflexión hacia adelante. El “tranquilo” andar que tuvieron los bancos centrales en 2022 para ejecutar una de las políticas de tightening más agresivas de la historia podría verse interrumpido.

En reiteradas ocasiones mencionamos la excepcionalidad del 2022. Han caída al unísono los bonos y las acciones, rompiendo una correlación negativa que marcaban las estadísticas y los libros. Pero no fue solo una descorrelación. En el pasado reciente (últimos 50 años) ya habíamos tenido años como el anterior. Lo realmente excepcional y único fue la caída de los bonos del Tesoro estadounidense en dos dígitos.

El impacto directo sobre los inversores se hizo notar en el mark to market de las posiciones. Con solo ver el statement de la cuenta, uno podía visibilizar el daño de la situación. Pero esto no era tan evidente en las hojas de balances de los bancos globales, donde la convención contable permite valuar estos activos a su valor técnico (Hold to Maturity) y no a precio de mercado.

Este “ocultamiento” legal de las pérdidas tiene un límite. El mismo es cuando las tasas siguen subiendo (los precios de los bonos bajando) y la pérdida contable acumulada empieza a tener una magnitud igual o mayor al capital de una entidad bancaria. Sin una política adecuada del manejo de riesgo de tasa de interés, sobreviene una situación como la ya conocida de Silicon Valley Bank.

La crisis de liquidez suscitada debió ser atendida rápidamente por las autoridades regulatorias involucradas, entre ellas el Tesoro de Estados Unidos, la Reserva Federal y la FDIC. La respuesta fue inmediata y contundente, con un tamaño de ayuda mucho más fuerte del estimado por el mercado. Los efectos colaterales continuaron en otros bancos regionales, con una salida de depósitos a un ritmo sin precedentes, que debió ser atendida por la cooperación público-privada (ayer se anunció un salvataje a First Republic Bank de USD 30.000 millones por parte de los principales bancos estadounidenses).

Por si fuera poco, el ruido se expandió a Europa. Si bien el epicentro es Credit Suisse, algunos bancos menores europeos dan muestras de inconsistencias entres sus hojas de balance. El primero se resolvió transitoriamente con una ventana de liquidez del Banco Central de Suiza por 50.000 millones de francos suizos. El segundo, ¿se resolverá con ayudas próximas por parte del Banco Central Europeo?

A esta altura, la señal de las autoridades de política monetaria global es, al menos, contradictoria.

Por ejemplo, ayer la hoja de activos de la FED mostró una expansión por primera vez en 4 meses (en los que había estado achicando sus activos lo que es lo mismo a decir retirando dólares) producto del rescate de depositantes del Silicon Valley Bank. Por el otro lado, los miembros del Comité de Política Monetaria insisten en cada aparición pública que las tasas de interés deben seguir subiendo para terminar de derrotar a la inflación. En esta línea, la FED parece haber retrocedido un paso respecto la posición de hace dos semanas (cuando se priceaba un ajuste de 50bps en el costo de dinero), pero sigue en camino para subir algo más simbólico la tasa de interés (¿25bps?).

Nuestra impresión particular es que eventos bancarios como los vividos en estas dos semanas no serán los primeros ni los últimos. En un contexto de desaceleración económica, el ruido en el sistema financiero y bancario traerá mucha más aversión del ahorrista y del inversor. Allí, los banqueros centrales tendrán un fuerte dilema que afrontar hacia adelante: despreocuparse de la inflación y atender los problemas de liquidez (para evitar que se transformen en solvencia) con política monetaria expansiva o mantener su ruta de combatir la inflación hasta las últimas consecuencias, a costa de generar una profunda recesión con caos bancario y financiero.

El final está abierto. De allí la relevancia de lo que vendrá en las próximas semanas.

Inversiones y Mundiales, ¿qué tienen en común?

No lo voy a negar. Escribo esta columna con algo más de tranquilidad luego de la victoria de Argentina frente México. El inesperado golpe contra Arabia llenó de malas sensaciones a todos: el DT, el equipo (que venía invicto en 36 partidos consecutivos), los hinchas que viajaron a Qatar y todo el resto de los argentinos alrededor del mundo.

De la euforia a la decepción en cuestión de 90 minutos. Ahora el alivio, pero aún con el final abierto ante el decisivo choque de nuestra selección contra Polonia el miércoles.

Todo lo anterior se resume en un solo conceptos: emociones. Y justamente de eso se trata esta columna, orientada al manejo de las inversiones.

¿Cómo podemos relacionar lo anterior con los mercados? Intentaremos hacerlo a partir de los datos.

Por el momento, el mes de noviembre ha sido uno auspicioso para los índices de Wall Street, impulsado por el menor registro de inflación al previsto en Estados Unidos que permitió desatar especulaciones en torno a un posible techo de la política de tasas de interés alcistas que está llevando adelante la Reserva Federal.

Como sabemos, la gran velocidad de ajuste de tasas y el comienzo de retiro de liquidez por parte de la autoridad monetaria central ha desatado una ola de venta de activos financieros a lo largo del mundo. Si esta tendencia de ajuste de la política monetaria comienza a relajarse, serían buenas noticias para los portafolios de los inversores.

Bajo este contexto, se desató a un “euforia” inversora en las últimas semanas que llevó a los mercados a una situación de “codicia”, según el Índice Miedo-Codicia que elabora CNN Money.

Desde ya que una suba atrae a la otra, los inversores que están afuera del mercado con liquidez se impacientan, tienen miedo a perderse la “oportunidad de sus vidas” e impulsan nuevas compras de activos que retroalimentan la codicia.

Es en estos momentos, cuando quienes compraron en momentos de miedo empiezan a devolver dichas posiciones con ganancias interesantes, previendo un posible cambio de rumbo del mercado nuevamente.¿Cuándo se dio esa oportunidad de ingreso a valores atractivos? Hace apenas 45 días atrás.

Esos son los extremos de los mercados hoy en día. En momentos de alta volatilidad, incertidumbre y fuertes emociones dominantes en el comportamiento de los inversores, los mercados suelen tener estas reacciones difíciles de explicar desde los fundamentos o la racionalidad.

Acá podrían sobrevivir los oportunistas de siempre, que intentan hacer market timing y sacar provecho de estos extremos con facilidad. Créanme, que en mis más de 20 años de experiencia en los mercados, tener ese timing afilado resulta más que una tarea difícil (todavía yo no lo he conseguido).

LA “RECETA” PARA NO SER PRESO DE LAS EMOCIONES

Si pensamos en una estrategia de largo plazo, es muy difícil hacerlo bien, eligiendo acciones por nuestra cuenta, en momentos en que los mercados se muestran tan volátiles y sensibles. Incluso, si no tenemos mucha experiencia en el ámbito de las inversiones, podemos cometer errores graves.

En esta línea, si tuvimos éxito con el market timing y pecamos de sobre confianza, tendremos un sesgo grande a subestimar los riesgos y, más temprano que tarde, el mercado terminará dándonos una lección que nos hará perder mucho dinero.

En el otro extremo, si nuestras últimas inversiones no han redituado como lo esperábamos y hay mucho ruido negativo en las noticias, entonces seremos presos del miedo y la inacción también nos costará mucho dinero.

¿Cómo podemos romper la inercia?

Creo que un buen método es la teoría del 80-20. En estos tiempos desafiantes, el 80% de nuestra cartera debería estar indexada a los índices, de manera tal de no estar tan sobre-expuesto a la sensibilidad de los mercados. A todos nos gusta encontrar empresas que tienen un gran valor a precios de remate, pero puede ser una tarea muy cuesta arriba si todavía no tenemos la experiencia ni el conocimiento necesario para lograrlo.

Así, una administración pasiva del portafolio, con activos que estén indexados al S&P 500 o al Dow Jones, podría darnos más protección ante movimientos extremos, bajando nuestro nivel de ansiedad y despejando el camino para tomar decisiones más racionales para el 20% restante del dinero.

Si en esta última porción del portafolio, que designamos a la tenencia de acciones seleccionadas discrecionalmente, no logramos los retornos esperados, entonces el daño colateral en el total de nuestros ahorros será mucho menor, permitiendo que las emociones negativas no terminen de bloquearnos totalmente en nuestro rol de inversor.

Así, nos llevamos tres conceptos claves que podemos aplicar tanto a nivel futbolístico como en el ámbito de las inversiones:

1- La sobre confianza o el exceso de pesimismo pueden ser armas letales que conspiran con nuestros objetivos de largo plazo;

2- Siempre una parte de nuestra estrategia de estar protegida para calmar las emociones. Es decir, debemos jugar “a lo más seguro” dadas las circunstancias.

3- Debemos ser capaces de evitar ser preso de las emociones que nos lleven a tomar decisiones de las cuales podemos llegar a arrepentirnos.

Aprendiendo en los mercados,
Diego Martínez Burzaco

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Habló la FED, ¿qué nos dijo?

Cada vez estoy más convencido de que la FED no tiene un camino certero hacia adelante. Es este desconcierto el que retroalimento el nerviosismo del inversor y genera los cambios de humor tan intensos como los que vivimos el pasado miércoles.

El 2 de noviembre, los mercados se encontraban en terreno negativo hasta la decisión de la Reserva Federal de ajustar la tasa de interés, por cuarta vez consecutiva, en 75 puntos básicos. Inmediatamente, los principales índices de Wall Street revirtieron esas pérdidas y se pusieron en positivo. ¿La razón? Alguns indicios de que la autoridad monetaria mostraría una postura menos agresiva hacia adelante en base a la siguiente confirmación:

“Al determinar el ritmo de los aumentos futuros en el rango objetivo, el Comité tendrá en cuenta el endurecimiento acumulativo de la política monetaria, los rezagos con qué política monetaria afecta la actividad económica y la inflación, y la evolución económica y financiera”.

El mercado consideró que la FED no avanzaría con un nuevo ajuste de 0,75% en su tasa de referencia en la reunión de diciembre ya que la magnitud de lo acontecido en 2022 había sido suficiente y siempre existe un rezago entre el anuncio de política monetaria y su efecto en la economía.

Pese a esto, media hora después, las expectativas se transformaron nuevamente. En la conferencia de prensa, Jerome Powell se encargó de transitar el camino de la ambigüedad y quiso mostrar una postura mucho más agresiva de la que había interpretado el mercado inicialmente.

Así, el presidente de la FED hizo hincapié más en el nivel de tasa de interés necesario que en la velocidad de ajuste. Y adicionalmente señaló que una vez alcanzado dicho nivel, el mismo permanecerá allí por mucho tiempo. El objetivo, reiteró una vez más, es “que la tasa de inflación vuelva al objetivo de largo plazo de 2%.

Así, las bolsas hablaron por sí solas:

Entiendo lo difícil e incierta que está la situación actual. Si las proyecciones macroeconómicas nunca han sido del todo efectivas, ahora lo son menos. Pero la FED, en pos de recuperar la credibilidad perdida (cuando durante todo el 2021 hablaba de “inflación transitoria”), está generando más dudas que certezas en la actualidad.

Para la reunión de diciembre, tendremos dos datos de inflación a publicarse, la de octubre y la de noviembre. En función de los datos, se definirá la magnitud del incremento de la tasa de referencia en la reunión de diciembre, pautada para el 14 de diciembre.

Hasta allí, el mercado hará su apuesta.

Mis impresiones sobre lo ocurrido el miércoles

Dicho lo anterior, hay algunas cosas que quiero dejar en claro sobre lo que me dejó a mí la última reunión del Comité de Política Monetaria.

1. La ambigüedad de la FED no es un error, sino que es algo buscado. Por un lado, sabe que existe un lag entre el ajuste de la política monetaria y el impacto en la economía. Eso se comenzará a ver de lleno en el 1T23 y es por eso que no quiere ir hacia un “hard landing” desordenado. Sin embargo, tampoco la autoridad monetaria se sienta cómoda con un mercado financiero en modo “risk on”, previendo de que el ajuste de la tasa terminó. La FED se siente cómoda con el pánico financiero.

2. Es evidente que la entidad buscará alguna “excusa” benigna en los datos de inflación de octubre y noviembre para desacelerar el ritmo de ajuste de las tasas, pasando a un 50bps como el escenario más probable. Eso dará cierto aire, pero el trabajo duro no estará terminado aún.

3. El cambio de foco en la política monetaria que quiso llevar Powell, llevando la discusión desde el próximo ajuste de tasa hacía la tasa terminal de la FED es que todavía no sabe cuál será el nivel neutral de largo plazo que sea capaz de controlar la inflación fuertemente. Así, el mercado interpretó que habrá un escalón adicional en la tasa terminal, a la zona de 5,25% en promedio. ¿Cambia la ecuación o el panorama de lo que se tenía? En absoluto, apenas unas décimas no pueden cambiar una estrategia de inversión de largo plazo.

Todo lo anterior desemboca en las siguientes visiones para la construcción de una cartera de largo plazo:

  • Continúo sosteniendo que tasas de bonos corporativos grado de inversión en torno al 7% son de lo mejor que hay para una cartera de mediano plazo en la actualidad.
  • Los balances dieron un nuevo impulso a las acciones de la economía tradicional (o value) por sobre las acciones de crecimiento. En algún momento no muy lejano, habrá que empezar a ver el growth con agrado, sobre todo en las empresas de gran capitalización bursátil con crecimiento.
  • Finalmente, aún con China siendo una incógnita, algunos mercados emergentes tienen valuaciones atractivas para los que quieren asumir riesgos. En la región, Brasil sigue teniendo mi mayor preferencia.

Aprendiendo en los mercados,
Diego Martínez Burzaco

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Video: Turbulencias para las FAANG

Estamos en el medio de una de las temporadas de balances más importantes de los últimos tiempos para Wall Street. Con muchos analistas ponderando la posibilidad de una recesión global, sumado a un año de mercado decepcionante, los inversores están atentos a lo que las empresas tienen para decirles.

En esta línea, las primeras tres semanas marcaron un sesgo positivo para los resultados reportados, pero extrañamente las empresas FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Google y Netflix) han traído más decepciones que noticias positivas.

En esta línea, me pareció interesante explicar mi punto de vista en el último video que subí a mi canal de Youtube. Podés verlo acá.

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Portafolio 60-40: ¿estás listo para invertir?

“¿Cómo venís atravesando este año tan turbulento en materia de inversiones?”

“Sabés que la ví venir clarito a fin de año. Vendí todas mis posiciones en acciones porque las valuaciones no tenían sentido. Toda la liquidez la invertí en los activos más seguros del mundo (Bonos del Tesoro estadounidense). Diez meses después, llevo perdiendo un 12%. ¿Podés creerlo?”

Lo anterior no es una escena de ciencia ficción. Tampoco inventada. Es el diálogo que tuve con un amigo apenas dos semanas atrás. Me pareció importante traerla al centro de esta columna ya que es lo más representativo de la situación de los mercados en este 2022.

Ya a las puertas del undécimo mes del año, hasta el momento no hubo lugar donde esconderse para proteger el capital. Tanto las acciones como los bonos han bajado considerablemente haciendo tambalear fuertemente el cimiento de la estrategia del Portafolio 60 / 40.

Para quienes no están muy familiarizados con dicho mecanismo de inversión, el mismo consistente en dividir la cartera en de inversiones 60% en acciones y 40% en bonos. Manteniendo esas proporciones a lo largo de los años, este portafolio logró un rendimiento anual promedio de 7,86% en durante los últimas 3 décadas (hasta el 2021).

La lógica detrás de esto es que existe una correlación negativa histórica entre las acciones y los bonos. En los años en que generalmente las primeras tienen un retorno positivo importante, los bonos no lo hacen tan bien (los inversores toman más riesgos en un escenario de mayor confianza y optimismo). Por el contrario, cuando cambia el ciclo económico y las acciones caen, los bonos tienden a tener una performance positiva, compensando las bajas en la renta variable (los inversores se vuelven más aversos al riesgo, venden acciones y se refugian en bonos).

Así, muchos inversores que no desean hacer una gran rotación de la cartera y no se desesperan por llevar adelante el market timing, descansan en esta estrategia.

Este año, la estrategia en cuestión viene siendo fuertemente cuestionada. Las acciones caen cerca de 25% en promedio (cuando tomamos el S&P 500 y el Nasdaq), pero también los bonos están fuertemente bajo presión: han tenido la peor performance anual histórica, con una baja en torno a 15%.

¿La razón?

La lucha contra la inflación que están llevando adelante los bancos centrales, con la Reserva Federal liderando este proceso. Luego de estar muy pasivos en términos de su política monetaria, las autoridades monetarias globales intentan retomar el protagonismo y dejar de correr a la inflación de atrás.

Este proceso ha sido (y todavía lo es) muy doloroso en términos de destrucción de riqueza financiera. Considerando la caída de acciones y bonos alrededor del mundo han desaparecido más de USD 92 billones (trillones americanos) de los mercados mundiales.

El vaso medio lleno

En este contexto de gran incertidumbre es difícil pensar en invertir. Los miedos y el pesimismo se apoderan del inversor y se acorta al máximo el horizonte temporal en la toma de decisiones.

Sin embargo, existen algunas razones para ser un inversor contrario:

  1. Estamos ante una inminente recesión global que debe ser la más anunciada de la historia moderna. Absolutamente todas las voces imperantes hablan de recesión y en lo único que se difiere es el timing (cuándo ocurrirá).
  2. La gran mayoría de los inversores minoristas han salido del mercado, asumiendo las pérdidas y jurando que no regresarán a comprar más acciones por mucho tiempo.
  3. El nivel de apalancamiento entre los inversores (tomar deuda para comprar más activos de riesgo) está bajando a medida que caen los mercados y aumenta el costo de dicho financiamiento.
  4. Finalmente, estamos viendo a diario reportes de grandes bancos de inversión rebajando sus recomendaciones sobre la renta variable en virtud de la caída de las ganancias corporativas que se espera para los próximos trimestres.

Claramente que son todas noticias negativas, pero una gran cantidad de ese pesimismo ya está en los precios de los activos actuales. Con esto no quiero decir que hay que abalanzarse de lleno en las acciones, pero claramente comienzan a verificarse atractivos puntos de entrada para quienes tienen una estrategia de largo plazo.

En paralelo, donde no tengo demasiadas dudas es en la renta fija hoy. En este aspecto sí debemos ver el vaso medio lleno de la situación actual. Hace dos años, un bono corporativo grado de inversión o mismo un bono del Tesoro de Estados Unidos rendían menos del 2%. Hoy ya podemos ver tasas de retorno anuales del 6% y 4,5% respectivamente.

Si pensamos que la inflación empezará a descomprimirse y que podemos volver a niveles más sustentables, entonces mirar esos retornos en los bonos no está nada mal. Mi preferencia, en este caso, está en los bonos corporativos grado de inversión de empresas estadounidenses.

Más aún, si consideramos la historia, después de semejantes caídas en la estrategia Portfolio 60 / 40, los retornos 12 a 18 meses después han sido de dos dígitos. Si bien es cierto que retorno pasados no garantizan rendimientos futuros, los datos juegan a tu favor.

Entonces, ¿estás listo para invertir?

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Diego Martínez Burzaco

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Deuda, ¿quién pagará la fiesta?

A esta altura del año, con más de 8 meses de evidencia empírica, podemos señalar que se trató del peor arranque histórico para los bonos globales, independientemente de lo que ocurra de aquí hasta el fin de 2022.

El ETF AGG, que representa al Índice de Bonos Grado de Inversión de los Estados Unidos, acumula una caída de 12%. También esa baja es replicable a cualquier fondo o ETF que replica la curva de los bonos del Tesoro estadounidense.

Hay una razón tangible y racional de este deprimido arranque de año para el universo de la renta fija: los bancos centrales, con la Reserva Federal liderando, debieron acelerar como nunca antes su ajuste de política monetaria para atender la mayor inflación registrada en los últimos 40 años.

Así, la tasa que mueve la FED es un leading indicator para el resto del costo del dinero a nivel global. Y con la fed fund rate pasando de 0% a 3,25% en seis meses los bonos a nivel global no tenían otro destino que caer fuertemente. Sus precios caen y sus retornos se acomodan a la nueva realidad de la política monetaria global.

En este aspecto, uno puede ver el vaso medio lleno. La gran caída de la renta fija mundial permitió abrir oportunidades para el portafolio en un nicho de mercado que estaba obsoleto desde hace, por lo menos, tres años. El retorno que ofrecían era tan magro, comparado con la inflación creciente, que había un sesgo a sobreponderar la exposición de la renta variable en las carteras en busca del “alpha” (exceso de rendimiento) que no ofrecían los instrumentos de renta fija.

En la actualidad podemos ver rendimientos anuales de entre 4% y 5% nominales en muy buenos créditos, tanto soberanos como corporativos. De hecho, cuando uno mira la curva de rendimientos de los bonos más seguros del mundo, los del Tesoro de Estados Unidos, la nota con vencimiento a 1 año ya está rindiendo 3,99%.

Seguramente te preguntarás si esos retornos son realmente atractivos con una inflación que navega al 8% en la principal economía del mundo. Y mi respuesta es que sí, sobre todo para inversiones de 3 a 4 años de plazo, ya que el nivel inflacionario debería ir convergiendo a la zona de 5% para la segunda mitad de 2023. Existen evidencias de descompresión en la cadena de provisión global, que sumado a la política monetaria dura y un soft landing, deberían ser suficiente para encarrilar las expectativas inflacionarias de mediano plazo.

Ahora bien, dicho esto, es necesario desentrañar una cuestión no menor: ¿quién pagará la fiesta de endeudamiento que tuvo lugar entre 2020 y 2022?

¿Riesgo Soberano o Riesgo Corporativo?

Como dije anteriormente, sabemos que los bonos del Tesoro estadounidense son los más seguros del mundo. La razón es simple: es el único Tesoro capaz de imprimir dólares en el mundo. Y en un contexto dónde esa moneda se consolida como reserva de valor global y cotiza en su máximo en 20 años contra el resto de las monedas desarrolladas del mundo, no hay duda al respecto.

Sin embargo, hay un dato alarmante detrás de todo esto que puede mover los cimientos de toda la estructura del sistema financiero global: el acelerado crecimiento de la deuda pública de Estados Unidos.

Según las estadísticas nacional, al 1 de marzo de 2020 la deuda total del Tesoro sumaba USD 24.6 billones (trillones americanos). A agosto de 2022, 29 meses más tarde, esa deuda llegó a USD 30,8 billones, un 25% más.

Hay una frase que siempre se repite en el mundo financiero: “las deudas no se pagan, se refinancian”. Cuando uno observa la dinámica del endeudamiento de potencias como Estados Unidos, cada vez mas adhiere a ese concepto. El problema puede llegar cuando ni siquiera se puedan refinanciar dichas obligaciones.

No estoy poniendo en objeción la capacidad de USA de pagar su deuda. De hecho, en términos relativos se encuentra en mucha mejor posición que otras potencias globales como Reino Unido, Italia, España, Japón, etc. Pero es una dinámica que asusta, en un ciclo de endeudamiento exagerado de los tesoros de todo el mundo.

Mientras que la liquidez continúe y la confianza respecto el dólar no se deteriore, nada cambiará de fondo. Además, juega a favor que la inflación corre aún por encima del costo del endeudamiento, favoreciendo la licuación de pasivos. Pero no hay que confiarse demasiado.

Dicho esto, hoy me siento más cómodo con el riesgo corporativo investment grade (alta calidad crediticia) por varias razones.

En primer lugar, el ciclo de endeudamiento de las firmas no fue tan marcado como el sector público durante el período de tasas bajas en el mundo.

En segundo término, muchas compañías son verdades fábricas de generación de flujo de caja positivo, aún en un contexto más desafiante para el mundo corporativo.

Finalmente, desde el punto de vista del inversor, es mucho más fácil analizar y estimar la dinámica futura de los negocios de un grupo de empresas que la de los propias administraciones centrales de los países, que suelen incurrir en la tentación de los excesos, la demagogia y populismo con una frecuencia intolerable para los tiempos actuales.

Así, celebro la posibilidad que da la renta fija corporativa en este momento, al tiempo que me mueve con cautela de cara a la dinámica indescifrable que pueden tomar las deudas soberanas globales.

Aprendiendo en los mercados,
Diego Martínez Burzaco

Video: El enigma Massa y las inversiones

En esta nueva edición de #SimplementeMercados analizamos cuáles son las primeras reacciones del mercado argentino en torno al anuncio de Sergio Massa como nuevo ministro de Economía.

Entre los principales temas del video se encuentra:

1- Los desafíos de Massa.

2- Lo que espera el mercado.

3- Escenarios posibles.

Así, te invito a que mires este video y me dejes tus opiniones allí, comentando el contenido y qué te gustaría que tratemos en el canal de Youtube hacia adelante.

También compartilo a quien creas que le será útil.