Qué sabe el mercado que nosotros desconocemos

Argentina entró formalmente en default el 30 de julio último. Más allá de la voluntad de pago del Gobierno, los fondos no llegaron a mano de los acreedores y los cupones del bono de Descuento en dólares Ley Nueva York no fueron pagados.
 
Eso es historia sabida.

 

 
A partir de entonces el flujo de noticias en torno a esta situación ha sido realmente importante. Hagamos un breve reconto:
 
– Primero nuestro ministro de Economía calificó al evento de incumplimiento como “pavada atómica”.
 
– Luego la Asociación Internacional de Derivados y Swaps (ISDA en inglés) declaró el default propiamente dicho y dispuso una subasta del pago indemnizatorio por el incumplimiento de contratos para el 2 de septiembre.
 
– También supimos ser testigos de las negociaciones que bancos extranjeros llevaron a cabo con los “fondos buitres” y que no llegaron a buen puerto.
 
– Finalmente, hace unos días, la presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner anunció el envío al Congreso de la Nación de la Ley de Pago Soberano buscando que se reemplace el lugar de pago de los bonos ley NY por la plaza local.
 
Realmente todo es muy intenso. Y ni siquiera ha transcurrido un mes desde el default a la fecha. Algunos optimistas mantienen la posición esperanzadora de esperar hasta el 1 de enero de 2015, fecha en que cae la cláusula RUFO (Rights Upon Future Offers), para que el Gobierno encare una negociación final con los denominados buitres y solucionar el problema de una vez por todas.
 
Sin embargo, soy algo escéptico con esta posición.
 
Pensando en voz alta digo, ¿cuál es el incentivo que tiene el Gobierno de arreglar con los holdouts cuando las encuestas marcan que la imagen de la mandataria argentina se fortalece cuanto más obstinada es su lucha contra los buitres que quieren apoderarse de la patria?
 
Realmente ninguno.
 
De continuar estos réditos políticos personales, la situación puede quedar indefinida hasta la llegada del próximo Gobierno. De todas formas la realidad económica y social pone un límite a ese comportamiento y sabemos que 14 meses en Argentina hoy (cuando se celebran las elecciones presidenciales) son realmente una eternidad.
 
El ritmo de deterioro de ciertas variables económicas es muy preocupante. Y se tratan de variables muy sensibles para el común de la gente.
 
La disparada del dólar blue en torno a $ 14, pese a que lo nieguen, tienen un pesado y negativo efecto sobre las expectativas inflacionarias y de la actividad en general. Omitir este efecto es como querer, una vez más, negar la realidad.
 
Un país donde las expectativas son negativas no puede salir del preocupante nivel de “estanflación” en el que nos encontramos. Ya ni siquiera la caída del nivel de actividad es capaz de poner un freno a la tasa de inflación. Por el contrario, esta última se acelera sin importar lo que acontece con la caída, ha tomado inercia propia.
 
La situación de crisis está lejos de ser comparable con la acontecida en 2001, pero a medida que los problemas se agudizan, el panorama luce realmente más sombrío.
 
Sin embargo, pese a esta coyuntura, el mercado todavía no está “priceando” un escenario de caos económico total. 
 
Es cierto, los activos argentinos bajaron (acciones y bonos), pero lejos están de un derrumbe generalizado considerando el gran alza que habían mostrado en los meses previos.
 
A modo de ejemplo, el ADR de Galicia sólo bajó un 15% desde que se declaró el default, un nivel que no indica la apocalipsis. Y en el mercado argentino la acción subió por el efecto del alza del “contado con liqui“.
 
Realmente hay algo que el mercado sabe o apuesta y que el inversor común no puede descifrar.
 
Quien les habla tampoco.
 
Si es una cuestión concreta, bienvenida sea y aplaudiremos el final feliz. Ahora bien, si todo se basa en esperanza y fe y finalmente ninguna negociación en puerta emerge para encauzar la situación, entonces sí podemos ver una caída acelerada de los activos.
 
El mercado tiene paciencia. La pregunta es hasta cuando.
 
El tiempo dirá…

Los efectos del default en 5 gráficos

Hace exactamente una semana escribía un artículo titulado El costo de un nuevo default para la Argentina en donde precisaba la dinámica de los efectos que se podían suceder en caso de que el país ingresara en un nuevo incumplimiento de su deuda pública.
 
Como en aquella ocasión, repito, las magnitudes de los incumplimientos de 2001 y 2014 no son comparables, pero ambos comparten una características en común: la incertidumbre.
 
De acuerdo a cómo se dieron los acontecimientos durante la última semana, el Gobierno ha radicalizado su postura contra los fondos buitres, el juez Griesa y el mediador Pollack. Todo esto indica que en el corto plazo no es probable que se alcance un acuerdo. Los incentivos son bajos. La nueva fecha límite es el 30 de septiembre, cuando se arribe al vencimiento de los intereses del bono PAR.
 
Las expectativas, entonces, están puestas en un posible acuerdo entre privados.
 
Mas allá de esto y de la retórica de las palabras de los funcionarios argentinos señalando que el país no está en default, las consecuencias del incumplimiento ya se están haciendo sentir.
 
La semana pasada señalé que los primeros efectos se verían por el lado financiero, para luego, de proseguir con el incumplimiento, tener su impacto sobre la economía real.
 
Y en el sistema financiero ya se han manifestados los impactos negativos.
 
Analicemos esto en cinco gráficos.
 
1. Riesgo País. Después de haberse ubicado en niveles por debajo de los 600 puntos básicos, ante el default generado el 30 de julio el riesgo país salto por encima de los 700 puntos básicos nuevamente. Esto es un indicador directo del riesgo que implica invertir en Argentina y se trata del costo de financiamiento que deben afrontar la Nación, provincias y empresas en caso de que el mercado voluntario de deuda estuviera abierto.
 
Para tener una idea de cuán riesgosa es Argentina hoy, Brasil ostenta un riesgo país tres veces inferior mientras que para Chile este indicador se ubicar en niveles de 130 bps.
 
 
2. Contado con Liquidación. Este concepto surge del dólar que relaciona un activo financiero que cotiza en el mercado local con la cotización del mismo activo en los mercados de Nueva York. Básicamente es una medida que indica cuánto esta dispuesto un inversor pagar el dólar para sacarlos del país. Cuanto mayor es el dólar de contado con liqui, más riesgo percibido. Antes del default este dólar oscilaba los $ 9,70 / $ 9,80. Hoy está en $ 10,30 y subiendo.
 
 
3. Dólar Blue. Es cierto que el volumen del dólar informal no es tan representativo, pero también es real que el nivel de transacciones viene aumentando, sobre todo en momentos de mayor incertidumbre. Y el dólar informal tiene un impacto directo en la formación de expectativas. Muchos formadores de precios que importan bienes establecen su precio en base al valor de reposición de los bienes en base a este dólar. Desde principio de junio la tendencia es creciente y acelerándose en los últimos días para ubicarse cerca de $ 13. Mayor valor del blue, mayor presión inflacionaria.
 
 
4. Credit Default Swap (CDS). Los CDS son coberturas contra un default que toman los inversores en contratos privados. Es cierto que no tiene implicancia directa en lo inmediato, pero a mayor prima del CDS más probabilidad ven los inversores de un default. Esto es, más riesgo percibido y más tasa de rendimiento reclamarán al país en el caso de una nueva emisión de bonos.
 
Los CDS con vencimiento a 5 años dieron un salto exraordinario el día viernes 1 de agosto.
 
 
5. Tasa Interbancaria. Por último, también se comenzó a vislumbrar cierta presión alcista sobre las tasas de interés domésticas en pesos. La primera en reaccionar fue el “call money” o la tasa interbancaria, que es la que se cobran los bancos por préstamos de cortísimo plazo, hasta siete días, para cubrir cuestiones puntuales de liquidez. El salto en esta tasa fue evidente el viernes y, de persistir, tendrá su impacto en las tasas de interés de financiamiento de consumo e inversión.
 
 
Como observamos, el sistema financiero ya reflejó la mayor incertidumbre que generó el default. De no ser resuelto en breve, la economía real comenzará a recibir las consecuencias negativas de este proceso.
 
Y eso es algo que no le conviene a nadie por sus impactos económicos y sociales.
 
(*) Fuente de los gráficos: Ambito.com y Deutsche Bank